Programa IV – No hay quinta mala

PROGRAMA IV

 

Orquesta Sinfónica de la UANL

Jueves 28 de noviembre | Teatro Universitario | 20:00h

 

 

Sinfonía No. 5 en re menor, Op. 107, Reforma

Félix Mendelssohn

 

 

Andante-Allegro con fuoco

Allegro vivace

Andante

Coral Ein feste Burg ist unser Gott:

Andante con motto-Allegro vivace-Allegro maestoso

 

 

INTERMEDIO

 

 

Sinfonía No. 8 en sol mayor, Op. 88

Antonin Dvořák

 

Allegro con brio

Adagio

Allegretto grazioso

Allegro ma non troppo

 

 

Francisco Rettig, director huésped

 

Programación sujeta a cambios

 

 

FRANCISCO RETTIG

DIRECTOR HUÉSPED

 

El maestro Rettig inició su carrera como Director Asistente en el Teatro Municipal de Santiago de Chile (1972-73)  y se graduó con máxima distinción en Piano y Dirección de Orquesta en la Musikhohschule Köln.

 

En el desarrollo de su profesión cumplió un período como repetidor  en diferentes Teatros Líricos, desde donde pasó a dirigir diferentes orquestas, entre las que se destacan: Royal Philarmonic, London; WDR Köln; Ópera de Bremen, Alemania; Queensland Philharmonic, Brisbane, Australia; Lyric Opera, Queensland, Australia; Ópera de Lima, Perú; Principal Invitado de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Málaga, España; Sinfónica de Beijing, China; Teatro Lírico de Cagliari, Italia; Orquesta de Bilbao, España; Filarmónica de Rzeszow, Polonia, entre otras.

 

Ha dirigido las más destacadas Orquesta Sudamericanas, destacándose la Orquesta Simón Bolívar; Filarmónica y Sinfónica de México; Orquesta del Estado de México; Ópera de Bellas Artes, México; Ópera de Lima; Lyric Opera Queensland; Australia; Ópera de Colombia; Ópera de Bremen, Alemania; Ópera de Magdeburgo, Alemania y el Teatro Colón, de Buenos Aires.

 

 

Durante su carrera ha ocupado los puestos de:

  • Director asistente de la Filarmónica de Santiago de Chile.
  • Director asistente de la Orquesta Sinfónica de Chile
  • Director de la Queensland Philharmonic, Brisbane, Australia.
  • Director titular de la Orquesta Sinfónica de Chile.
  • Hasta 2011 fue principal director invitado de la Orquesta de la Radio Televisión Rumana, Bucarest.
  • Durante 12 años fue director titular de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, Colombia.
  • Director asociado de la Filarmónica de Medellín, Colombia. (Hasta 2013)
  • Director titular de la Filarmónica de Medellín, Colombia. (Desde el 2013)

 

En Chile, el maestro Rettig participa como director del exitoso proyecto juvenil Orquesta Clásica del Maule; agrupación y teatro con la que ha realizado exitosas producciones líricas y conciertos.

 

En dos oportunidades le ha sido concedido el Premio Victor Tevah por sus Conciertos con la  Orquesta   Sinfónica de Chile; como también el Premio de la Crítica por sus interpretaciones del repertorio Mahler.

 

Por su labor cultural en Colombia, el Gobierno le ha concedido la Orden al Mérito en el grado de Gran Comendador.

 

El Maestro Rettig ha estado relacionado por 20 años con la Orquesta Sinfónica Nacional en Buenos Aires, Argentina. Esta agrupación lo ha distinguido como el mejor Director de los últimos 15 años.

 

En 2015 participó con esta orquesta en los conciertos de inauguración de la Sala de Conciertos “La Ballena Azul”, del Centro Cultural Kirchner, en Buenos Aires. En la ocasión se presentó la Tercera Sinfonía de G. Mahler.

 

Desde que estrenó la Sinfonía Turangalila de Messiaen, ya hace más de diez años, en el Teatro Colón de Buenos Aires, ha seguido participando en sus programaciones líricas y de conciertos.

 

Cabe destacar su dirección de la última producción de la ópera Fidelio en del Teatro Colón de Buenos Aires.

 

El maestro Rettig regresó al Teatro Municipal de Santiago después de una ausencia de 15 años para dirigir la última producción de Aida.

 

El 2018 el Círculo de Críticos de Arte  premió su dirección musical e integral de La Bohéme, producción realizada en el Teatro Regional del Maule, Chile.

 

 

 

NOTAS AL PROGRAMA

Por: Juan Arturo Brennan

 

 

FÉLIX MENDELSSOHN  (1809-1847)

 

Sinfonía No. 5 en re menor, Op. 107, Reforma

              Andante-Allegro con fuoco

              Allegro vivace

              Andante

              Coral Ein feste Burg ist unser Gott:

                        Andante con motto-Allegro vivace-Allegro maestoso

 

 

Quizá usted no lo sepa, pero el señor Martín Lutero (1483-1546), reformador religioso de profesión, tiene su propio capítulo en toda enciclopedia o diccionario musical que uno pueda consultar. Ello se debe a que Lutero fue, entre otras cosas, un hábil músico: cantante, flautista y laudista, se le atribuye además el haber compuesto música original para varios himnos litúrgicos. Por otra parte, Lutero abordó la elaboración de un texto destinado a ser un panegírico de la música. La biografía de Lutero y la creación de la Reforma protestante son temas tan complejos y enredados que no me atrevería a tratar de desentrañarlos aquí. Sin embargo, unos cuantos datos respecto a estos asuntos pueden ser útiles para un acercamiento a la última de las sinfonías de Mendelssohn, cuya inspiración se encuentra, precisamente, en Lutero y su obra.

 

En octubre de 1529, seguidores de Lutero y de otro gran reformador, Ulrico Zwinglio, se reunieron en un coloquio en la ciudad de Marburgo para discutir a fondo una larga serie de profundos asuntos teológicos. Si bien no llegaron a ningún acuerdo, los dos bandos continuaron sus discusiones al amparo de la Dieta de Augsburgo. Lutero mismo no tuvo oportunidad de asistir a la Dieta, porque en aquel entonces era considerado como una especie de forajido, de modo que mandó en su lugar a su colega Philipp de Melanchton, quien se convirtió en el principal vocero de la Reforma en aquel evento. Como consecuencia de ello, Melanchton produjo, en 1530, la famosa Confesión de Augsburgo, documento fundamental del pensamiento de la Reforma, y pilar normativo del luteranismo.

 

Trescientos años más tarde, a manera de conmemoración de la Confesión de Augsburgo, Mendelssohn concibió la creación de su Sinfonía Reforma. En este punto se hace necesario aclarar que si bien Mendelssohn procedía de una familia de origen judío, su educación fue básicamente orientada por los preceptos del cristianismo. Así, entre 1829 y 1830 Mendelssohn compuso la sinfonía para celebrar el tercer centenario de la creación de aquel importante documento del pensamiento de la Reforma protestante. Para dejar establecido inequívocamente el lazo con las ideas filosóficas y religiosas a las que se estaba refiriendo musicalmente, Mendelssohn empleó en la sinfonía Reforma dos materiales sonoros muy significativos. El primero de ellos es el notorio Amén de Dresde, un tema que años más tarde sería utilizado por Wagner en su ópera Parsifal (1882); este tema aparece en la introducción de la sinfonía y reaparece en el final de la obra. El segundo de estos materiales es el himno titulado Ein feste Burg ist unser Gott (‘Un sólido baluarte es nuestro Dios’), que forma la columna vertebral del último movimiento de la sinfonía. Al respecto de este himno es preciso mencionar que Lutero calibró correctamente la importancia de los himnos litúrgicos en la difusión de las ideas de su Reforma, de modo que no sólo animó a sus colegas a escribir himnos, sino que él mismo escribió algunos de importancia, que aparecieron en un libro de himnos de 1524. De todos los himnos luteranos, el empleado por Mendelssohn en la sinfonía reforma es el más famoso, y su aparición en pleno siglo XVI fue un acontecimiento notable en la historia de Europa.

 

El hecho de que Mendelssohn  haya utilizado un tema de claras asociaciones católicas y otro netamente protestante parece apuntar hacia una intención suya de celebrar una especie de tregua ideológica a través de su música. Al respecto, no está de más recordar que ese tipo de tregua le fue negada al compositor durante los oscuros años del nazismo alemán, cuando la música del talentoso heredero del filósofo Moisés Mendelssohn fue prohibida y declarada “arte degenerado”. La Sinfonía Reforma fue estrenada en Berlín en 1832, y no fue publicada sino hasta después de la muerte de Mendelssohn.

 

 

ANTONIN DVOŘÁK  (1841-1904)

 

Sinfonía No. 8 en sol mayor, Op. 88

              Allegro con brio

              Adagio

              Allegretto grazioso

              Allegro ma non troppo

 

 

En el mundo de la música de concierto, como en el de las demás artes, una buena parte de las anécdotas, historias y chismes giran alrededor de la competencia (leal o desleal) entre compositores e intérpretes por ganar el favor del público, de la crítica, de otros artistas y, en general, por proteger los privilegios propios a cualquier costo. Es por ello que no deja de ser interesante, y en ocasiones muy conmovedor además de instructivo, el hallar en la historia de la música a compositores que, lejos de poner obstáculos en el camino de sus colegas, se dedicaron a apoyarlos y promoverlos incondicionalmente. Tal es el caso, por ejemplo, de la noble actitud asumida por Johannes Brahms (1833-1897) en favor de la música de Antonin Dvořák.

 

Allá por el año 1877 Brahms tenía un puesto en el Ministerio de Educación de Austria, a través del cual asesoraba a los funcionarios encargados de otorgar becas a jóvenes compositores que mostraran talento y habilidad. Desde ese puesto, Brahms tenía la capacidad de hacer y deshacer carreras a su antojo y, teniendo ese poder, asumió una actitud honesta y generosa ante la música de Dvořák. Hay que recordar que en aquellos tiempos Berlín y Viena veían y oían con cierta desconfianza todo aquello que sonara bohemio, húngaro, gitano o eslavo, y sin embargo, Brahms no dudó en reconocer los méritos de la música de Dvořák, claramente definida por sus raíces bohemias. En una carta escrita en 1877 a su editor Fritz Simrock, en Berlín, Brahms afirmaba esto:

 

Dvořák ha escrito toda clase de cosas: óperas, sinfonías, cuartetos, piezas para piano. Es ciertamente un individuo muy talentoso y, además, pobre. Le suplico que tenga esto presente.

 

En otra carta, fechada un año después, en 1878, Brahms le decía esto a Simrock:

 

Dvořák tiene lo que es más esencial para un músico, y ello se encuentra en las piezas suyas que he oído. En una palabra, no me place sino recomendar a Dvořák de manera general. Además, ustedes tienen sus propios oídos y gran experiencia en los negocios, cosa que también es muy necesaria.

 

El caso es que las recomendaciones de Brahms surtieron efecto y muy pronto Fritz Simrock se convirtió en el editor de la música de Dvořák, teniendo a partir de 1879 el derecho de prioridad sobre todas las obras nuevas del compositor. En 1885 Simrock pagó seis mil marcos por los derechos sobre la Séptima sinfonía de Dvořák, obra que había encontrado una buena recepción de público y crítica. Sin embargo, cuando Dvořák le ofreció el manuscrito de su Octava sinfonía, escrita en 1889, Simrock ofreció por ella solamente mil marcos. Artista de corazón, pero hombre práctico al fin y al cabo, Dvořák no tuvo otro remedio que acudir a otra casa editora. Remitió entonces su manuscrito a la casa Novello de Londres, firma que finalmente publicó la Octava sinfonía en el año de 1892. Por esta razón, y sólo por ésta, la sinfonía fue conocida durante un tiempo como la Sinfonía inglesa, título totalmente irrelevante y que fue descartado muy pronto.

 

El primer movimiento de la sinfonía deriva su materia sonora principal de una melodía presentada por la flauta en el registro agudo, y que semeja la llamada de un ave. El Adagio es uno de los fragmentos más contemplativos escritos por Dvořák, y en medio de la solemnidad que es su marca característica, se escucha nuevamente el llamado de la naturaleza, esta vez a cargo de la flauta y el oboe. En el tercer movimiento, algunos analistas han descubierto la sombra de una dumka, forma musical tradicional de Bohemia, de origen ruso, y que Dvořák abordó varias veces en su producción musical. El cuarto movimiento es uno de los más brillantes de todo el catálogo sinfónico de Dvořák. Se inicia con una brillante fanfarria de las trompetas, un tema que es desarrollado a lo largo del movimiento y que regresa al final de la obra, declamado por toda la orquesta, para concluir con una majestuosa y enérgica coda.

 

El estreno de la Octava sinfonía de Dvořák se realizó en Praga el 2 de febrero de 1890 bajo la dirección del compositor, quien repitió en el podio cuando la obra se estrenó en Londres con la Sociedad Filarmónica, el 24 de abril de ese mismo año. Dvořák inscribió la partitura con una dedicatoria especial:

 

En agradecimiento a la Academia Bohemia Franz Joseph de Ciencia, Literatura y Arte.

 

Lo que Dvořák agradecía en esa dedicatoria era su ingreso a la Academia, que habría de realizarse en abril de 1890. Un año después, en 1891, la Octava sinfonía de Dvořák fue interpretada en Viena bajo la batuta del gran director Hans Richter. Después del exitoso concierto, Richter se fue a cenar con Brahms, y el compositor alemán brindó gustosamente con Richter por el éxito de su protegido.