Alemania

Programa

 

Obertura Coriolano, Op. 62

Ludwig van Beethoven

 

Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 54

Robert Schumann

 

Allegro affettuoso

Intermezzo: Andantino Grazioso

Allegro vivace

 

INTERMEDIO

 

Sinfonía No. 2 en re mayor, Op. 73

Johannes Brahms

 

Allegro non troppo

Adagio non troppo

Allegretto grazioso quasi andantino

Allegro con spirito

 

 

Director huésped: Percival Álvarez-Pérez

Solista invitado: Robert Aust, piano

 

Programación sujeta a cambios

 

 

PERCIVAL ÁLVAREZ-PÉREZ, DIRECTOR HUÉSPED

 

Originario de la Ciudad de México, Percival Álvarez-Pérez estudió en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, en el Conductor ́s Institute del Bard College en Nueva York y en el Conservatorio del Liceu en Barcelona, España. Tiene los grados de Licenciatura en música por la Universidad de Guadalajara y un Artist Diploma por Bard College, & Associated Board of the Royal Schools of Music. Sus principales maestros en dirección orquestal incluyen a personalidades internacionales como Jorge Mester, Sergio Cárdenas, Antoni Ros-Marbá, Harold Farberman y Jordi Mora. Actualmente estudia la Maestría en Dirección Musical por el Instituto Puente en Puebla y el Máster en Investigación Musical por la Universidad de la Rioja.

 

Igualmente desarrolló estudios de violín con los profesores Manuel Suárez y Pedro Cortinas, composición con Humberto Hernández Medrano, cuenta también, con un diploma en Administración de las Artes por parte del Claustro de Sor Juana.

 

Ha participado de diversos cursos en Dirección Orquestal y análisis, principalmente en: Estados Unidos, Canadá, España y Viena, bajo la guía de los maestros Mester, Mora, Ros Marbá, Diazmuñoz, Julius Kalmar, Nurhan Arman, Gustav Meier, Janos Furst, Leon Botstein, Jorma Panula, Keneth Kiesler y Gunther Schuller.

 

Álvarez-Pérez fue director asistente de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) de 2001 a 2003 invitado por su entonces director titular José Luis Castillo. Del 2003 al 2007 fue director en residencia y asesor artístico de las orquestas Cedros-UP (Universidad Panamericana). Entre 2006 y 2008 fue titular de la cátedra de la Orquesta Filarmónica del Conservatorio del Estado de México. De marzo de 2011 a mayo de 2019, fue el Director Artístico de la Camerata Mazatlán y director de la Escuela Superior de Música y Canto de Mazatlán.

 

Entre otras Orquestas que han estado bajo su batuta se encuentran la Sinfónica Nacional, Sinfónica de Xalapa, Orquesta del Festival de Orford en Québec (Canadá), la Sinfónica de Vallés (Cataluña), Orquesta de la Ópera de Bellas Artes, Filarmónica del Estado de Querétaro, Sinfónica Sinaloa de las Artes, Sinfónica de Yucatán, Filarmónica de Jalisco, Sinfónica de Aguascalientes, Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Sinfónica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Sinfónica Carlos Chávez, Orquesta de Cámara de Bellas Artes, Sinfónica del IPN, Orquesta de Baja California, Sinfónica del Estado de Puebla, Orquesta de Cámara de la Universidad de Michoacán, Sinfónica de la Universidad Juárez de Durango, Sinfónica Juvenil del Estado de México y la Orquesta de Cámara de la Universidad Panamericana.

 

Entre las producciones operísticas que ha dirigido se encuentran Attila (Verdi), Elixir de amor (Donizzeti), Tosca (Puccini), Bastian y Bastiana, Bodas de Fígaro (Mozart), El gato con botas, Una voce in off (Montsalvatge), Serva padrona (Pergolesi), Don Pasquale (Donizzeti), Rigoletto (Verdi), Dido & Eneas (Purcell), Ballet El Cascanueces, La Bella Durmiente y como Director Asistente en El Amor Distante, de Kaija Saariaho (2019).

 

Percival Álvarez ha sido becario en dirección orquestal gracias al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) durante los períodos 2005-2006 y 2007-2008.

 

 

ROBERT AUST

 

El pianista alemán Robert Aust comenzó su carrera pianística con un premio en la German Music Competition 2012, donde pudo convencer tanto con su sólo como con su música de cámara. Ha actuado en salas de conciertos de renombre en Alemania, como en la Berliner Philharmonie, en Beethoven-Haus Bonn, en Tonhalle Düsseldorf, en Rhein-Mosel-Halle Koblenz, en Friedrich-Ebert-Halle Hamburg, en la sala de difusión del NDR Hannover, o en el Alte Handelsbörse del Bachfest Leipzig. Radiodifusores y grabaciones de conciertos de BR, WDR, NDR, SWR, Deutschlandradio y Deutschlandfunk documentan muchos de estos conciertos.

 

En 2016, su primer CD fue lanzado junto con su hermana Bettina Aust (clarinete) en el sello GENUIN, el cual fue muy elogiado por la prensa especializada. Además de numerosas apariciones en Alemania, Robert Aust realizó giras de conciertos en Francia, Italia, España, Mónaco, Finlandia, Macedonia y los Países Bajos.

 

Lo más destacado en 2017 fue una extensa gira de conciertos por Centroamérica, incluyendo países como Nicaragua, Guatemala y El Salvador, así como México, con el apoyo del Goethe-Institut y el Consejo Alemán de la Música.

 

En 2018 siguieron giras de conciertos en el extranjero, visitando Inglaterra, España y Pakistán. En 2019 se encuentra ofreciendo numerosos conciertos en América, donde tocará junto a diferentes orquestas.

 

A la edad de 18 años, Robert Aust hizo su debut en solitario con orquesta y desde entonces se presenta con éxito como solista con varios ensambles. Más recientemente, tocó con la Polish Chamber Philharmonic y actuó con la Norddeutsche Philharmonie y la Philharmonisches Orchestre Vorpommern.

 

Robert Aust estudió en el HMTM Hannover con la Prof. Heidi Köhler y en el HMT Rostock con el Prof. Matthias Kirschnereit. En 2015 y 2016, Robert enseñó en la Musikhochschule Lübeck y fue el acompañante principal en las clases de clarinete de la Prof. Sabine Meyer y el Prof. Reiner Wehle.

 

 

NOTAS AL PROGRAMA

Por: Juan Arturo Brennan

 

LUDWIG VAN BEETHOVEN  (1770-1827)

 

Obertura Coriolano, Op. 62

 

Allá por el siglo V antes de Cristo quedaron registradas las aventuras y desventuras de un caballero romano de noble cuna llamado Cayo Marcio Coriolano. Respecto a su nombre, se dice que se le conoció así por el valor mostrado contra el ejército de los volscios durante el sitio de Corioli (493 a.C.), aunque esto no es del todo seguro. De hecho, hay quienes afirman que la supuesta victoria de Coriolano en Corioli fue inventada precisamente para justificar fantasiosamente su apellido. Hacia el año de 491 a.C. se desató una severa hambruna en Roma, que fue paliada parcialmente con grano obtenido de Sicilia. Sin embargo, Coriolano propuso que el pueblo no recibiera el grano sino hasta que consintiera en abolir el oficio de tribuno. Por ello, y por sus propias egoístas razones, los tribunos de Roma exilaron a Coriolano. Ya en el exilio, el héroe se alió con sus antiguos enemigos, los volscios, quienes estaban en lucha perpetua contra Roma. Respecto a este punto, algunos historiadores suspicaces han hecho notar que la alianza de Coriolano con sus antiguos enemigos es muy similar a un capítulo de la historia de Temístocles. Al mando del ejército volscio, Coriolano sitió Roma y la puso en serios aprietos, desistiendo de su campaña ante las súplicas de su madre, Veturia, y su esposa, Volumnia. Después de estas y otras aventuras, Coriolano murió entre los volscios.

 

Esta interesante historia, que por sus perfiles se antoja ideal para ser llevada a la escena o a la pantalla, tiene un pequeño defecto: que no es del todo cierta, ya que los historiadores tienden a estar de acuerdo en que Coriolano es una figura de leyenda y no un personaje real. Al menos, su ficticia biografía ha permitido a los estudiosos el confirmar que en efecto, hacia el siglo V a.C., Roma sufrió una hambruna y un ataque de los volscios, sus eternos enemigos.

 

La figura de Coriolano inspiró a varios creadores que transformaron su historia en diversos productos escénicos. Entre ellos, Shakespeare, quien en su tragedia Coriolano nos ofrece una continuidad narrativa muy apegada a lo descrito al inicio de este texto. En la tragedia de Shakespeare, es la madre de Coriolano quien se llama Volumnia, mientras que su esposa lleva el nombre de Virgilia. Al final de la obra de Shakespeare, Coriolano muere a manos de los esbirros de Tulio Aufidio, general de los volscios al que se ha aliado. Ahora bien, a pesar de lo que pudiera pensarse, no fue para el Coriolano de Shakespeare que Beethoven compuso su conocida obertura, sino para el Coriolano de Collin.

 

Como dramaturgo, Heinrich Joseph von Collin (1771-1811) dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la creación de tragedias en estilo clásico, tomando como modelos a los franceses y a Shakespeare. Si bien sus piezas teatrales hoy son consideradas como mediocres, se dice que en su tiempo Collin fue famoso por sus poesías históricas y de contenido patriótico. Entre otros textos teatrales, Collin escribió obras como Régulo, Coriolano, Polixena, Balboa y Bianca della Porta. Sus compatriotas debieron tenerle algún aprecio, ya que Heinrich Joseph von Collin tiene su propio monumento en la iglesia de San Carlos Borromeo en Viena.

 

Beethoven compuso la obertura para el Coriolano de Collin en 1807, utilizando el oscuro do menor como tonalidad básica de la pieza, sin duda con la intención de enfatizar los rasgos trágicos del legendario héroe romano. La obertura fue estrenada en marzo de 1807 en un concierto en el que también se interpretaron la Cuarta sinfonía y el Cuarto concierto para piano de Beethoven. Este concierto tuvo lugar en la casa del príncipe Lobkowitz, quien fue el dedicatario de algunas obras de Beethoven, como las sinfonías Nos. 3, 5 y 6, los seis cuartetos del Op. 18 y el cuarteto Op. 74. La partitura de la obertura Coriolano está dedicada a Collin.

 

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

 

Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 54

                Allegro affettuoso

                Intermezzo: Andantino Grazioso

                Allegro vivace

 

Cuando los románticos quieren hablar de Robert Schumann, nos dicen que fue un compositor sólido, hábil y respetado por sus contemporáneos. Nos dicen también que vivió cerca de quince años de feliz matrimonio con Clara Wieck (1819-1896), y que sus trabajos como crítico y analista musical le dieron una fama que perdura hasta nuestros días.

 

Cuando son los realistas quienes hablan de Schumann, nos recuerdan que al inutilizarse accidentalmente dos dedos tuvo que abandonar para siempre su deseo de convertirse en un gran pianista. Nos dicen que también fracasó en su intento de llegar a ser abogado y que fue expulsado de la Universidad de Heidelberg por su afición a la bebida. Además, tuvo que luchar a brazo partido para obtener a Clara en matrimonio, ya que Friedrich Wieck, quien había sido su maestro de piano, no lo quería como yerno. De estas dos visiones más o menos contradictorias de la vida de Schumann se puede sintetizar, quizá, el conflicto que lo llevó a terminar su vida internado en un asilo para enfermos mentales, añadiendo su nombre a la lista de compositores (Chabrier, Donizetti, Gurney, Perosi, Smetana, Thomas, Vanhal, Wesley, Wolf) que perdieron la razón. El último acto de Schumann antes de ser internado en el asilo fue intentar ahogarse en el río Rhin, siendo una de las causas probables de ello las violentas críticas que recibió por su incompetencia como director de la Orquesta de Düsseldorf.

 

A pesar del triste fin de Schumann, la historia parece confirmar el hecho de que la salud mental le duró algunos años más que lo previsible gracias a la presencia en su vida de Clara Wieck, a quien la historia, casi siempre escrita por hombres, conoce como Clara Schumann. Esta notable mujer fue una de las mejores pianistas de su tiempo, y una buena parte de la obra pianística de Robert Schumann le debe su inspiración. Clara sobrevivió a su esposo por 40 años, y durante todo ese tiempo se dedicó incansablemente a tocar y promover la música de su esposo por toda Europa, tal y como lo había hecho en vida de él.

 

En el año de 1841, a instancias de Clara, Schumann hizo una breve pausa en su pensamiento  pianístico para volver los oídos hacia la orquesta. Fue así como nació su Primera sinfonía, que inmediatamente después de ser terminada fue estrenada por Félix Mendelssohn (1809-1847) con la famosa Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Poco después, sin embargo, Schumann volvió al piano y escribió una pieza en un movimiento, para piano y orquesta, a la que tituló Fantasía, y que fue tocada por Clara en ese mismo año de 1841. En los años siguientes, Robert y Clara realizaron juntos algunas giras de conciertos por Europa, giras en las que Schumann era considerado generalmente como el esposo de la gran pianista, cosa que aumentó su depresión y lo hizo refugiarse continuamente en la bebida. Llegó así el año de 1845 y Schumann decidió que ya era tiempo de componer un concierto para piano. Retomó entonces la Fantasía que había escrito en 1841 y la convirtió en el primer movimiento de su nuevo concierto. Los otros dos movimientos fueron terminados en 1845 y la obra se estrenó en Dresde el 4 de diciembre de ese año, con Clara en el piano y Ferdinand Hiller, amigo del compositor, al frente de la orquesta.

 

Este concierto, considerado como una de las obras más importantes de Schumann, fue publicado en 1846 con una dedicatoria a Hiller. Pocas semanas después, Clara tocó la obra en Leipzig con la Orquesta de la Gewandhaus dirigida por Mendelssohn, y al igual que en el estreno, el concierto fue recibido con frialdad. Fue muy poco a poco que esta pieza adquirió la merecida popularidad de la que hoy goza, como uno de los conciertos para piano más evocativos del espíritu romántico. Sin embargo, años más tarde, el Concierto para piano puso a Schumann en el centro de uno de los conflictos más violentos de su vida. El 17 de mayo de 1856 apareció en un periódico de Londres una crítica firmada por H.F. Chorley, que decía así:

 

La principal novedad de la noche fue la ejecución de Madame Schumann del Concierto en la menor del Dr. Schumann, que fue recibida con una calidez bien merecida por la interpretación de la dama. Como no podemos imaginar que este concierto sea adoptado por ningún pianista de Londres, nos abstendremos de hablar más de esta composición.

 

Una vez más, Schumann era considerado simplemente como “el marido de Clara Wieck”, y no como un personaje musical por derecho propio. Dos meses después de la aparición de esta crítica, Robert Schumann murió, loco, en un asilo privado de la ciudad de Endenich, cerca de Bonn. Y, una vez más, la crítica fallaba miserablemente: el Concierto para piano de Schumann fue adoptado por numerosos pianistas de Londres… y de todas las latitudes del mundo.

 

 

JOHANNES BRAHMS (1833-1897)

 

Sinfonía No. 2 en re mayor, Op. 73

             Allegro non troppo

             Adagio non troppo

             Allegretto grazioso quasi andantino

             Allegro con spirito

 

Todo lo que la música de Johannes Brahms tiene de contenida, compacta y equilibrada, la música de Gustav Mahler (1860-1911) lo tiene de efervescente, iconoclasta y extrovertida. Por estas y otras razones, quizá sea difícil encontrar muchos puntos de contacto entre la música de ambos, pero hay al menos un dato anecdótico que puede dar origen a una interesante conexión Brahms-Mahler: ambos eran afectos a retirarse del mundanal ruido durante el verano, para dedicarse a la composición en medio del reino de la naturaleza, de preferencia a las orillas de un lago. Las enormes diferencias entre las obras de ambos no hacen más que confirmar el diverso efecto que la naturaleza puede producir en almas tan distintas.

 

Fue siguiendo este impulso veraniego que Brahms dejó la ciudad para irse a Pörtschach, en Carintia, a orillas del lago Wörth, en el año de 1877, para componer su Segunda sinfonía. Al parecer, se trataba simplemente de abordar la creación de otra obra más, pero el hecho tenía para Brahms un significado muy especial. Oprimido excesivamente por el fantasma de Ludwig van Beethoven (1770-1827) que se le aparecía en la forma de la Novena sinfonía, Brahms había dudado muchos años antes de abordar la forma sinfónica. Cuando finalmente lo hizo, ocupó cerca de 20 años de trabajo en su Primera sinfonía, obra a la que algunos exagerados llegaron a designar como la “décima de Beethoven”. Aparentemente, el hecho de haber terminado la primera le facilitó a Brahms la composición de la segunda, cuya elaboración le llevó sólo unos cuantos meses. La aparición de esta obra tomó por sorpresa a todos aquellos que conocían la música de Brahms, sobre todo a quienes habían escuchado su oscura Primera sinfonía. En contraste con ésta, la Segunda sinfonía resultó una especie de idilio musical, transparente, tranquilo, y ciertamente más accesible que su antecesora. El mismo Brahms describió su Segunda sinfonía en estos términos:

 

Sonaba tan alegre y tierna que parecía haber sido escrita especialmente para una pareja de recién casados.

 

Esta frase demuestra que incluso el austero Brahms era propenso a caer inesperadamente en lo cursi. La Segunda sinfonía fue estrenada en Viena en diciembre de 1877, bajo la dirección de Hans Richter, y tuvo una buena recepción por parte del público y la crítica, aunque no unánime. Esta obra ayudó a confirmar, entre otras cosas, los extremos a los que llega la crítica musical en sus momentos de mayor desorientación. Aquellos que habían calificado a la Primera sinfonía de Brahms como música matemática, rígida e impenetrable, ahora decían que la Segunda sinfonía era débil, blanda e indefinida. Un aparente justo medio en el análisis de esta obra fue logrado por el crítico vienés Eduard Hanslick:

 

El carácter de esta sinfonía puede ser descrito brevemente como pacífico, tierno, pero no afeminado. El primer movimiento tiene algo del carácter de una serenata, con el tema suave y crepuscular del corno. El movimiento nos sumerge en una clara ola de melodía en la que descansamos, refrescados por las reminiscencias mendelssohnianas. El final de este movimiento concluye con una nueva belleza melódica. El Adagio es amplio y cantable y el Scherzo es íntegramente delicioso. El final es siempre agradable y sincero, y apartado de los tormentosos finales de la escuela moderna. La sangre de Mozart fluye por sus venas.

 

Con el objeto de mantener la perspectiva histórica de la crítica, vale la pena recordar que Hanslick tuvo como pasatiempo favorito durante muchos años el alabar incondicionalmente la música de Brahms y simultáneamente, atacar por principio la música de Anton Bruckner (1824-1896) y de Richard Wagner (1813-1883), en lo que fue una de las polémicas musicales más notorias del siglo XIX. Evidentemente, este asunto no quedó ahí: Hugo Wolf (1860-1903), partidario de Bruckner y su música, censuró duramente a Brahms, y lo mismo hizo Piotr Ilyich Chaikovski (1840-1893), quien llegó a llamar rufián, bastardo, mediocre, caótico y vacío a Brahms. Al margen de esta querella de críticos no tan críticos, la Segunda sinfonía de Brahms gozó de una buena fortuna desde su estreno. Poco después de su primera audición en Viena, la obra fue interpretada en Leipzig, en Düsseldorf, y en Hamburgo bajo la dirección de Brahms mismo. Y en aquellos tiempos en que las comunicaciones no eran tan veloces, la sinfonía llegó a Londres y a Nueva York apenas un año después de su estreno. Y justamente un año más tarde, en el verano de 1878, Brahms regresó a Pörtschach. Con el recuerdo aún reciente de su Segunda sinfonía, a la que alguien puso el sobrenombre de Pastoral, Brahms le escribió a Hanslick (quien por razones evidentes era buen amigo suyo) una carta en la que le decía:

 

Hay tantas melodías sueltas por aquí que hay que tener cuidado para no pisarlas.

 

Al parecer, Brahms se cuidó tanto de no pisar esas melodías que en sus dos últimas sinfonías, particularmente en la cuarta, volvió al estilo de la Primera sinfonía, dejando a un lado el elemento bucólico que los analistas han detectado en la Segunda sinfonía. Diez veranos más tarde, a la orilla de otro lago, Mahler habría de iniciar su propio trayecto sinfónico, su propio contacto con la naturaleza y la música.

 

Agradecemos el apoyo del Consulado Honorario de la República Federal de Alemania en Nuevo León y su Excelentísimo Cónsul Honorario Señor Fritz M. Eisele Thurau por el apoyo brindado para la realización de este concierto.