Programa V – No hay quinta mala

Programa V

 

Appalachian Spring

Aaron Copland

          

Introducción de los personajes

Presentación de la acción

Pas de deux para los novios

Encuentro de revivalistas

Solo de la novia

Reprise de la introducción

El don de ser sencillo

Coda

 

 

Concierto para guitarra y pequeña orquesta

Heitor Villa-Lobos

 

Allegro preciso

Andantino-Cadenza

Allegro non troppo

 

 

INTERMEDIO

 

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, D. 485

Franz Schubert

            

Allegro

Andante con moto

Menuetto – Allegro molto

Allegro vivace

 

 

 

CARLOS RIAZUELO

DIRECTOR HUÉSPED

 

Director de orquesta reconocido por sus notables interpretaciones del repertorio más variado. Entre sus profesores destacan Franco Ferrara y George Hurst. Graduado del Guildhall School of Music and Drama de Londres, recibió el premio de la editorial Ricordi por su trabajo en ópera.

 

Frente a la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas durante varios años, presentó el estreno en Venezuela de una gran cantidad de obras clásicas y modernas. Ha actuado con solistas internacionales como Henryk Szeryng, Janos Starker, Byron Janis, Nicanor Zabaleta, Gyorgy Sandor, Yuri Bashmet, Jorge Federico Osorio. Cantantes como Alfredo Kraus, Ruggero Raimondi, Samuel Ramey, Justino Díaz, June Anderson y Dmitri Hvorostovsky.

 

Su repertorio de ópera incluye producciones completas de Tosca, Bohème, Butterfly, Traviata, Norma, Don Giovanni, Cenerentola, Dido y Eneas, Don Pasquale, Sonnambula, Capuletti y Montecchi, Elisir d’amore y ha realizado exitosas actuaciones como director invitado en España, México, EUA, Bélgica, Italia, Alemania, Argentina, Colombia, Francia y Polonia.

 

Tiene grabados dos discos compactos con obras de compositores venezolanos, otro con obras de Leonard Bernstein y Sergei Prokofieff, y uno en España con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y el famoso tenor Alfredo Kraus (Alfredo Kraus, Con el corazón). Además produjo y realizó durante dos años una serie de programas divulgativos con la Sinfónica Municipal en la televisión venezolana.

 

En septiembre de 2005 comenzó a dar clases como Jefe de Estudios Orquestales en la Universidad Internacional de Florida (Florida International University) en Miami, y desde 2009 es Profesor de Dirección y Director de Orquestas en la universidad Louisiana State University en Baton Rouge, Louisiana, EUA, mientras continúa su actividad como director huésped en varios países.

 

Sus más recientes actuaciones incluyen el exitoso estreno de la Bolivar Philharmonic Orchestra en junio pasado (Miami, Florida, EUA), un curso magistral y concierto en el Aruba Symphony Festival and Academy en agosto y concierto como director huésped con la Symphony of the Americas en octubre (Fort Lauderdale, Florida, EUA).

 

 

LUIS QUINTERO

 

Egresado de la primera promoción de la Cátedra de Postgrado de Guitarra de Juilliard School of Music (New York) bajo la dirección de Sharon Isbin, honrado con una beca por  excelencia en las artes otorgada por dicha institución, considerada la máxima casa de estudios musicales a nivel mundial. Inicialmente, realizó sus estudios musicales en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”  de Caracas, recibiendo el título de Profesor Ejecutante de Guitarra.

 

Luis Quintero es uno de los más dignos representantes de la Gran Escuela Guitarrística Venezolana, poseedor de una técnica depurada, una musicalidad excepcional y un impresionante virtuosismo, quien ha enaltecido el instrumento en los más grandes escenarios de Estados Unidos, Europa, Latinoamérica, Asia y África.

 

Ganador del Premio Bienal Antonio Lauro para Interpretes Profesionales y del Concurso Rodrigo Riera.

 

Luis Quintero es invitado permanente en los principales Festivales Internacionales de Guitarra y a su vez es el Director Artístico del Festival Internacional de Guitarra y Academia Solistas del Mundo. Igualmente, ha recibido innumerables reconocimientos y honores, entre ellos la Orden José Félix Ribas en Primera Clase y la dedicación de obras musicales por parte de los más destacados compositores venezolanos. Su discografía incluye la colección de cuatro CD’s denominada “Joyas Latinoamericanas”, una antología de  compositores latinoamericanos para guitarra (Antonio Lauro, Rodrigo Riera, Gentil Montaña, Agustín Barrios y Heitor Villalobos); el volumen 1 y 2 de “Joyas Venezolanas”, una antología de la música venezolana para guitarra.

 

Ha tenido el privilegio de ser solista invitado de la Orquesta Sinfónica de Venezuela en dos giras europeas.

 

 

NOTAS AL PROGRAMA

Por: Juan Arturo Brennan

 

 

AARON COPLAND  (1900-1990)

 

Appalachian Spring

                

Introducción de los personajes

Presentación de la acción

Pas de deux para los novios

Encuentro de revivalistas

Solo de la novia

Reprise de la introducción

El don de ser sencillo

Coda

 

El título original de Appalachian Spring que lleva esta suite de Aaron Copland quiere decir Primavera en los Apalaches, lo cual nos lleva a explorar un tradicional breviario geográfico y orográfico. Los Apalaches forman una monumental cadena montañosa que se inicia en la península de Gaspé, en la lejana Terranova, en la parte oriental del Canadá, y se extiende hacia el suroeste hasta la parte central del estado de Alabama en el sur de los Estados Unidos. Desde el punto de vista histórico, la importancia de los Apalaches reside en el hecho de que fueron una barrera para la expansión hacia el oeste de las colonias inglesas. Dicho de otro modo, durante mucho tiempo los Apalaches formaron un obstáculo que obligó a los colonos a quedarse quietos en las costas orientales de lo que hoy son los Estados Unidos. Durante la revolución estadunidense, los ejércitos rebeldes lucharon hacia el mar, con los Apalaches protegiéndoles las espaldas en contra de los indios que se habían aliado con los ingleses.

 

El origen de la suite orquestal de Copland que en su título menciona a los montes Apalaches no surgió de un impulso musical nacionalista en abstracto, sino de un encargo específico. Hacia 1942 la señora Elizabeth Sprague Coolidge, generosa patrocinadora de las artes, asistió por primera vez a una función de la extraordinaria coreógrafa y bailarina Martha Graham. Su entusiasmo por lo que vio fue tal que de inmediato invitó a Martha Graham a crear tres nuevos ballets, empresa para la cual fueron requeridos los servicios de tres notables compositores de Alemania, Francia y los Estados Unidos. Ellos fueron respectivamente, Paul Hindemith (1895-1963), Darius Milhaud (1892-1974) y Aaron Copland. Poco después de tomar su decisión, la señora Coolidge se puso en contacto con los compositores para iniciar este proyecto. En particular, envió a Copland un libreto de ballet al que el compositor hizo algunos cambios, con la aprobación de la coreógrafa-bailarina. En junio de 1943 en Hollywood, California, Copland inició el trabajo en su partitura para el ballet. La música fue terminada un año más tarde, en junio de 1944, cuando el compositor se hallaba en Cambridge, Massachussets. En la versión original de la obra Copland tuvo en mente una pequeña orquesta de cámara: flauta, clarinete, fagot, piano, cuatro violines, dos violas, dos violoncellos y contrabajo. Más tarde, en 1945, Copland transcribió su partitura para una orquesta sinfónica convencional, en la que incluyó una nutrida sección de percusiones.

 

El estreno del ballet se llevó a cabo el 30 de octubre de 1944 en el Auditorio Whittall de la Biblioteca del Congreso en la ciudad de Washington, junto con las obras basadas en las partituras de Hindemith y Milhaud. Al año siguiente, el 14 de mayo de 1945, Appalachian Spring se estrenó en Nueva York y con motivo de ese estreno el crítico Eric Denby escribió en el Herald Tribune una reseña en la que, de paso, describía la acción del ballet en estos términos:

 

 

Una celebración primaveral de los pioneros alrededor de una casa recién construida en las colinas de Pennsylvania, al inicio del siglo XIX. La novia y su joven esposo, granjeros ambos, representan las emociones alegres y aprensivas que su nueva condición doméstica les provoca. Un vecino de mayor edad personifica la confianza que da la experiencia. Un grupo de revivalistas recuerdan a los recién casados los aspectos extraños y terribles del destino humano. Al final, la pareja se queda sola en su casa, calmados y fortalecidos.

 

 

Para el estreno de su ballet, Copland escribió una nota de programa en la que describía ocho secciones musicales, que se unen en una obra continua, sin interrupciones: muy lento, rápido, moderado, muy rápido, más rápido, muy lento, calmado, moderado. La música del ballet, como casi toda la música orquestal de Copland, tiene un inconfundible sabor americano a pesar de que no abundan las citas de música popular. De hecho, los analistas sólo han hallado una referencia musical específica: un fragmento de un himno de los shakers, miembros de la Iglesia Milenaria llamados así porque en sus rituales entran en un estado de trance que los hace girar y temblar (shake, en inglés) como poseídos. Como suele ocurrir en medios culturales de cierto desarrollo y ciertas posibilidades económicas, la noche del estreno del ballet Appalachian Spring de Copland fue una ocasión en la que se reunieron muchos talentos notables, de modo semejante a lo que ocurría en los estrenos de las obras para la escena de Igor Stravinski (1882-1971). En el caso de Appalachian spring, además de las músicas de Hindemith y Milhaud complementaron la noche de estreno la presencia de en el escenario de la propia Martha Graham y de Merce Cunningham, uno de los principales bailarines y coreógrafos de los Estados Unidos. Los diseños escenográficos estuvieron a cargo del notable diseñador Isamu Noguchi. El vestuario fue realizado por Edith Guilford y la dirección musical fue de Louis Horst.

 

Lo curioso de esta música aparentemente muy programática y muy narrativa es que de hecho está desvinculada de la narración del ballet. Al respecto, Copland escribió lo siguiente:

 

 

El título Appalachian Spring fue elegido por la señorita Graham. Lo tomó de una lectura de los poemas de Hart Crane, aunque el ballet parece no tener relación alguna con el poema mismo.

 

 

La suite del ballet, ya transcrita para orquesta sinfónica, fue estrenada el 4 de octubre de 1945 por la Orquesta Filarmónica de Nueva York dirigida por Arthur Rodzinski. Y para los amantes de la trivia, este dato final: mientras se hacían los ensayos para el estreno de Appalachian Spring en 1944, Copland se hallaba de viaje, escondido en un tranquilo pueblo, componiendo su Tercera sinfonía. Ese pueblo era Tepoztlán.

 

 

HEITOR VILLA-LOBOS  (1887-1959)

 

Concierto para guitarra y pequeña orquesta

 

Allegro preciso

Andantino-Cadenza

Allegro non troppo

 

 

1.- Allá por el siglo VIII los árabes iniciaron su largo dominio sobre España, dominio que habría de durar hasta el siglo XV.

2.- Entre las muchas cosas que los árabes introdujeron a España, se encuentran varios instrumentos musicales, y entre ellos, los instrumentos de cuerdas punteadas de la familia el laúd.

3.- Al paso del tiempo, de tales instrumentos nació la vihuela, antecesora directa de la guitarra. Entre los siglos XVI y XVI floreció en España una sólida escuela de compositores e intérpretes, conocidos colectivamente como los vihuelistas españoles, que dedicaron gran parte de su trabajo musical a este instrumento: Luis de Narváez, Alonso Mudarra, Gaspar Sanz, Miguel de Fuenllana, Luis Milán, Diego Pisador, fueron los más importantes entre ellos.

4.- Más tarde, de la vihuela nace la guitarra, y con el antecedente de los vihuelistas y su música, se establece como el instrumento nacional de España, con igual importancia en la música de concierto que en la música popular.

5.- En el siglo XVI, España inicia la conquista de América y entre las muchas cosas que trae al Nuevo Mundo está la guitarra.

 

He aquí, en cinco pasos simples y resumidos, una breve cápsula histórico-musical que permite comprender por qué la guitarra tiene tan grande importancia en la música de América Latina. Y si la guitarra ha sido un instrumento fundamental en la música popular latinoamericana, lo ha sido también en la música de concierto de este continente. Prueba de ello es la gran cantidad de buena música para guitarra que han producido compositores latinoamericanos como Agustín Barrios (1885-1944), Leo Brouwer (1939), Abel Carlevaro (1916-2001), Manuel M. Ponce (1882-1948), Antonio Lauro (1917-1986) y, por supuesto, Heitor Villa-Lobos.

 

Si bien los apuntes biográficos informan siempre que inició su carrera musical como violoncellista, es preciso recordar que Villa-Lobos también conoció de cerca la guitarra, por lo cual no es una coincidencia que en su gigantesco catálogo musical se encuentren importantes obras para la guitarra: doce estudios, seis preludios, ocho dobrados, un chôro, varias piezas para dos guitarras y algunas otras en las que la guitarra sirve como acompañamiento a otro instrumento o a la voz humana. Entre toda la producción de Villa-Lobos para la guitarra, su Concierto para guitarra ocupa un lugar muy especial. El compositor comenzó a escribir la obra a instancias del gran guitarrista español Andrés Segovia, en el año de 1951. La pieza llevó como título original Fantasía concertante, y se dice que cuando Segovia conoció la obra, habiendo escuchado el Concierto para arpa del propio Villa-Lobos, se quejó con el compositor porque había escrito una brillante cadenza para el arpa, pero no para la guitarra. Por ello, Villa-Lobos añadió al concierto la gran cadenza que va entre el segundo y el tercer movimiento de la obra, y descartó el título de Fantasía concertante, convirtiendo la obra en el Concierto para guitarra tal y como se le conoce en la actualidad. Es curioso que otras fuentes cuentan una historia exactamente opuesta; que Segovia había pedido a Villa-Lobos una Fantasía concertante sin cadenza, y que el compositor hizo lo que le vino en gana, cosa perfectamente justificada.

 

Desde el título mismo, Concierto para guitarra y pequeña orquesta, la obra evidencia el interés de Villa-Lobos por resolver al menos parcialmente el eterno problema de los conciertos para guitarra, que es el del adecuado balance sonoro entre el solista y la orquesta, problema que poquísimos compositores han sabido resolver. Con este fin, el compositor brasileño escribió el acompañamiento para flauta, oboe, clarinete, fagot, corno, trombón y cuerdas. Cuando el concierto quedó terminado, la partitura permaneció olvidada durante varios años sin ser tocada, hasta que finalmente se estrenó en Houston el 6 de febrero de 1956, con Segovia como solista y Villa-Lobos dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Houston. Tanto la versión orquestal del concierto como su reducción para guitarra y piano fueron publicadas en París por la casa editora Max Eschig. Se dice que el Concierto para guitarra y pequeña orquesta de Heitor Villa-Lobos comenzó a hacerse popular cuando el gran guitarrista inglés Julian Bream lo tocó en uno de los conciertos radiofónicos de la BBC.

 

 

FRANZ SCHUBERT   (1797-1828)

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, D. 485

            

Allegro

Andante con moto

Menuetto – Allegro molto

Allegro vivace

 

Bonachón y sociable, Franz Schubert fue uno de esos músicos que nunca tuvo problemas con el prójimo, y siempre se las arregló para estar rodeado de amigos. De ahí surge la imagen que de él tenemos como el típico bohemio romántico de principios del siglo XIX, imagen que ha quedado impresa no sólo en su biografía y en su música, sino también en su correspondencia. Siete días antes de su muerte, Schubert escribió su última carta, dirigida a su querido amigo Franz von Schober, y en ella, además de preocuparse por su estado de salud, mostraba también su invariable interés por las cosas mundanas. Escribía Schubert:

 

 

Mi querido Schober: estoy enfermo. En estos últimos días no he comido ni bebido casi nada. Sólo puedo ir, dando traspiés, del sillón a la cama y de la cama al sillón. Rinna me está atendiendo. Si como cualquier cosa, mi cuerpo la rechaza de inmediato. Por favor, préstame algunos libros para hacer más llevadera mi desesperada situación. Los de Cooper que ya he leído son El último mohicano, El espía, El piloto y Los colonos. Si acaso tienes algún otro libro suyo, te suplico me lo dejes con la señora Bogner, en el café. Mi hermano, que es muy atento, me lo traerá de inmediato. Si no, cualquier otro libro. Tu amigo, Schubert.

 

 

Esta carta está fechada el 12 de noviembre de 1828, y el día 19 Schubert moría a consecuencia de la sífilis contraída siete años antes, y no por una falsa tifoidea inventada por los biógrafos musicales puritanos. Franz von Schober, el destinatario de la citada carta, fue un personaje importante en la vida y la carrera de Schubert. Hacia el fin de 1815, mientras Schubert tenía que ganarse la vida como maestro de escuela, Schober lo convenció de abandonar semejante aburrimiento y buscar un cauce para su verdadera vocación. Así, en la primavera de 1816 Schubert solicitó el puesto de director musical de un colegio en la ciudad de Laibach, hoy conocida como Ljubljana (ex-Yugoslavia). La solicitud de Schubert fue rechazada, pero sus amigos, encabezados por Schober, siguieron animándolo a dedicarse a la música, llegando incluso a enviar algunas de las canciones de Schubert al gran poeta y escritor Johann Wolfgang von Goethe, aunque sin resultado alguno. Finalmente, en diciembre de 1816 Schober convenció al compositor, en contra de la voluntad del padre de Schubert, para que pidiera una licencia en la escuela. Así, Schubert pasó ocho meses viviendo en casa de la madre de Schober, y tuvo tiempo y tranquilidad para componer. De ese período en el que Schubert tuvo el apoyo de su amigo Schober datan algunas composiciones interesantes, entre ellas las canciones La muerte y la doncella y La trucha, que fueron el germen de composiciones más importantes, específicamente un cuarteto y un quinteto que llevan esos títulos, y que fueron escritos tiempo después. De ese mismo período datan también dos de las sinfonías de Schubert, la Sinfonía No. 4 en do menor, Trágica, y la Sinfonía No. 5, que hasta la fecha sigue siendo una de las obras más populares del catálogo del compositor.

 

Afirman los musicólogos que Schubert compuso su Quinta sinfonía en el corto lapso de dos semanas, lo que no está nada mal para un compositor de diecinueve años de edad. Al parecer, la sinfonía fue compuesta para una pequeña orquesta de aficionados, dato que parece ser confirmado por el hecho de que la orquestación de la obra no incluye clarinetes, ni trompetas, ni trombones, ni timbales. En efecto, la Quinta sinfonía de Schubert está escrita para una flauta, dos oboes, dos fagotes, dos cornos y cuerdas, y esta dotación moderada ha hecho que la sinfonía sea una obra favorita entre las orquestas de escasos recursos instrumentales. A pesar de su aparente sencillez, la Quinta sinfonía de Schubert tiene ya todo el sello característico de su pensamiento sinfónico, que habría de culminar años más tarde en la majestuosa Novena sinfonía, terminada en 1828, siete meses antes de su muerte. Respecto a este sello característico de la música de Schubert, el compositor y crítico Robert Schumann (1810-1856) escribió esto en una carta a su suegro, Friedrich Wieck:

 

 

Muy pocos compositores han logrado tan bien poner la marca de una sola individualidad en cuadros tonales tan variados. Mientras otras personas llevan diarios en los que registran sus sentimientos del momento, Schubert confiaba los cambios de su estado de ánimo al papel pautado. Como su alma estaba llena de música, escribía notas ahí donde otras personas recurrían a las palabras.

 

 

La Quinta sinfonía de Franz Schubert fue estrenada el mismo año de su composición, 1816, en el Schottenhof de Viena, bajo la dirección de Otto Hatwig, en un concierto privado. El estreno público de la obra tardó mucho tiempo, ya que se cita como 1873 el año de su ejecución en concierto, bajo la dirección de August Manns, en el Crystal Palace de Londres; es decir, cuarenta y cinco años después de la muerte de Schubert.