México y Brasil

Programa

 

Biosfera, Op. 35

 

Marlos Nobre

 

Variantes

Postludio

 

Concertino para órgano y orquesta, Retablo medieval

 

Miguel Bernal Jiménez

 

Mester de juglares

Mester de clerecía

Don Carnal y Doña Cuaresma

Dueñas e monjas

 

 

Bachianas brasileiras No. 2

 

Heitor Villa-Lobos

 

Preludio – Canto do Capadocio

Aria – O canto da nossa terra

Danza – Lembrança do sertão

Toccata – O trenzinho do Caipira

 

Sinfonieta

 

José Pablo Moncayo

 

 

Director artístico: Eduardo Diazmuñoz

Solista invitado: Laura Carrasco, órgano

 

Programación sujeta a cambios

 

 

 

EDUARDO DIAZMUÑOZ,

DIRECTOR GENERAL Y ARTÍSTICO

 

Es reconocido como uno de los músicos más versátiles y completos de su generación, además de ser considerado como un “músico completo” que conjuga el entrenamiento de la “vieja escuela” de dirección orquestal, con amor, pasión, compromiso y proclividad a innovar, aunados a una infatigable curiosidad musical que le ha llevado a estrenar más de 150 obras.

 

Algunas de sus composiciones han sido estrenadas y grabadas en México, Europa y Estados Unidos. También ha compuesto para cine, teatro y televisión. Ha dirigido a más de 110 orquestas, ha grabado más de 35 discos para 24 sellos, fundamentalmente promoviendo música mexicana. Tiene en su haber asimismo, dos discos de oro y uno de platino por sus ventas discográficas con El Tri Sinfónico.

 

En México son de buen recuerdo sus residencias con la Filarmónica de la Ciudad de México (de la que es miembro fundador), la OFUNAM, la OSEM, la Sinfónica Carlos Chávez, la Orquesta de Baja California, L’Academie Tecquepegneuse, que co-fundó en 1978 y la Filarmónica Metropolitana que fundó en 1998, éstas dos para proyectos especiales.

 

Ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Juventud 1975; los cuatro reconocimientos otorgados por la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música de México, (1978, 1987, 1997 y 2002); nominado al Grammy Latino en tres ocasiones, obtuvo la anhelada presea en su tercera nominación; el Premio al Músico Internacional del Año 2003 por su promoción a la música nueva, otorgado por el International Biographical Centre con sede en Cambridge, Inglaterra; recibió la Medalla Mozart 2019 de la Fundación Sebastian y la Embajada de Austria en México.

 

En 2015 celebró 40 años como director de orquesta actuando al frente de la Filarmónica de Boca del Río. Dirigió la celebración por los 100 años del Conservatorio de Sidney, con la impactante obra de su mentor, Leonard Bernstein, Mass (Misa) en la legendaria casa de ópera de Sidney al frente de más de 400 músicos, cantantes y bailarines. Asimismo, en junio de ese mismo año dirigió al frente de OFUNAM, el estreno mundial de su más reciente composición sinfónica (Los inesperados caminos del espíritu), la cual estrenó localmente al año siguiente con la Orquesta Sinfónica de Xalapa.

Su compromiso con la educación musical ha quedado de manifiesto en varios países: en el Conservatorio Nacional, en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el Programa Nacional de Orquestas y Coros Juveniles y en la Academia Musical Fermatta en México.

 

En Francia, en la Société Philarmonique de París. En Estados Unidos, en la Escuela de Artes del Nuevo Mundo en Miami y en la Universidad de Illinois, en donde destacó como Director Artístico y Musical tanto de Opera at Illinois con tres producciones anuales durante una década, habiendo producido en ese lapso 38 óperas, como también la re-estructuración del Ensamble de Música Nueva, logrando consolidarlo como el de mayor calidad dentro de la Universidad y de la escena musical contemporánea en el estado.

 

De agosto del 2013 a noviembre del 2018, fue presidente del área de Dirección, profesor de los programas de maestría y doctorado en Dirección Orquestal, así como director artístico-musical y director titular de la Orquesta Sinfónica del Conservatorium de Sidney, Australia, posiciones que ganó por oposición internacional. Su regreso a México se da a partir de enero de 2019 como director artístico de la OSUANL, en Monterrey.

 

Estudió piano, violoncello, percusión y dirección en el Conservatorio Nacional pero antes de ingresar a éste, se dedicó al aprendizaje autodidacta de varios instrumentos. Cinco años después de haberse graduado, en 1983, decidió dedicar su energía y tiempo para dirigir y componer. Actualmente, trabaja en el proyecto que dejó inconcluso el compositor mexicano Daniel Catán, con su inesperado y prematuro fallecimiento en 2011.

 

Por todo lo anterior, el maestro Diazmuñoz es sinónimo de calidad, de precisión, de certeza, de innovación, de compromiso, de pasión y de audacia, cualidades que refrenda en cada una de sus presentaciones desde hace más de cuatro décadas.

 

 

LAURA CARRASCO

 

Inició sus estudios musicales en Morelia, Michoacán. Los continuó en la Ciudad de México y en Estados Unidos (Shenandoah University, North Carolina School of the Arts [NCSA], Eastman School of Music, University of North Texas [UNT]), obteniendo la licenciatura en ejecución, las maestrías en acompañamiento y órgano, y el doctorado en ese mismo instrumento con subespecialidad en música de cámara y música antigua. Estudió el órgano principalmente con John E. Mitchener, Hans Davidsson, y Jesse Eschbach y ha participado en cursos y clases especiales con Guy Bovet, James D. Christie, Roberto Fresco, Jean Guillou, Hannfried Lucke, Rudolph Lutz, Kimberly Marshall, Pamela Ruiter, y Luigi F. Tagliavini. Para su desarrollo artístico ha contado con apoyo de la Secretaría de Cultura de Michoacán, COMEXUS (Programa Fulbright-García Robles), y FONCA/CONACULTA y, actualmente, de Ibermúsicas/Secretaría de Cultura/INBAL. Asistió a la Convención 2012 de la Asociación del Órgano Histórico de los EUA, acreedora de la distinción E. Power Biggs de dicha agrupación. Ha sido artista del mes de la publicación en internet www.musforum.org.

Ha sido solista con diversas orquestas en México, el Conjunto de Percusiones de la NCSA, y los grupos sinfónicos de alientos de la UNT en los EUA.  Grabó Música para una imagen venerada de Carlos Vidaurri (Itinerant Records) y el Concertino de Miguel Bernal (Warner), ambas composiciones con orquesta. Ha realizado la primera ejecución moderna de varias de las obras para órgano de José Antonio Gómez y efectuó la premiere en EUA del libro atribuido a Joseph de Torres.

 

Laura Carrasco se ha presentado en gran parte de la República Mexicana, Alemania, Austria, la República Checa, Chile, España, los EUA (Bach-Handel Festival de Virginia, Piccolo Spoleto Festival de Carolina del Sur, Women in Music Festival de Nueva York), Francia, Japón, Italia, Liechtenstein, Panamá, y Suiza. Se ha desempeñado como profesora en el Conservatorio de Las Rosas, la Universidad Michoacana, y actualmente labora en el Instituto de Música Sacra de Morelia.

 

 

NOTAS AL PROGRAMA

Por: Juan Arturo Brennan

 

 

MARLOS NOBRE (1939)

 

Biosfera, Op. 35

 

Variantes

Postludio

 

En el año 1967, el compositor brasileño Marlos Nobre compuso su Cuarteto No. 1 Op. 26, en tres movimientos, al que puso por título Biosfera. La obra fue estrenada en Madrid en Noviembre de ese año. Al año siguiente, el compositor recibió del Teatro Nuevo un encargo para componer un ballet breve. Nobre decidió abordar la tarea retomando algunos materiales del Cuarteto No. 1, y la transformación de esos materiales dio como origen la partitura de Biosfera Op. 26a para orquesta de cuerdas. El hecho de que Nobre haya asignado el mismo número de Opus a la nueva obra indica el gran parecido que hay entre ambas versiones de ese material musical. La música está dividida en dos partes, Variantes y Nocturnal, y el ballet fue estrenado en octubre de 1968 en Río de Janeiro.

 

Dos años más tarde, el compositor brasileño volvió a abordar la música de su Cuarteto No. 1, y a partir de dos de los tres movimientos de la obra realizó Biosfera Op. 35 para orquesta de cuerdas.

 

En su obra Biosfera, para orquesta de cuerdas, Marlos Nobre hace uso de un lenguaje y una estética típicos de la década de los 1970s. Es posible hallar en la primera parte de la obra, titulada Variantes, de manera general, un discurso en el que el registro instrumental agudo es potente, disjunto, en ocasiones áspero y astringente, mientras que en el registro grave el compositor propone pedales que dan soporte y consistencia a la pieza. Aún en los momentos en que esos pedales profundos están ausentes, el flujo y la continuidad del discurso se sostienen gracias a la mano experta de Noble. En la segunda sección de la obra, Postludio, el compositor se mantiene fiel al lenguaje planteado, pero ahora lo desarrolla a través de un discurso que tiende más a lo estático, y que se caracteriza por sus interesantes transiciones de colores instrumentales cambiantes. A pesar de las diferencias entre ambas secciones de Biosfera, la obra no pierde ni su intensidad ni su dramatismo.  En sus últimos compases, la música se desvanece y se pierde en la nada. Aunque Biosfera está formalmente dividida en dos secciones, la obra se ejecuta como una unidad, sin pausa. En una tesis académica en la que explora la música orquestal de Marlos Noble, la pianista y musicóloga Ilka Vasconcelos Araújo afirma que el material de Biosfera está basado en buena medida en un germen temático formado a partir del famoso motivo BACH, en el que las letras del apellido del ilustre compositor de Eisenach son transformadas en sus notas correspondientes a la usanza alemana. De hecho, Nobre utiliza este motivo en varias de sus obras, y él mismo ha declarado que no fue ésta la primera vez que lo utilizó; al respecto, el compositor hizo esta declaración que se publicó hace años en la Revista Musical Chilena:

 

En el plano melódico, una constante de la que sólo me di cuenta hace poco es la pequeña serie del nombre de BACH: si bemol, la, do si natural. Está en el Trío Op. 4 (primer movimiento), en el Divertimento Op. 14 (segundo movimiento), en el Cuarteto Op. 16 (todo él basado en el nombre de BACH), en el Quinteto de vientos Op. 28, en las Convergencias Op. 29, en la Biosfera Op. 35, en el Homenaje a Villa-Lobos Op. 46. Inconscientemente, esta pequeña secuencia de cuatro notas adquirió en diferentes obras un significado y carácter distintos.

 

Una audición atenta de Biosfera permite confirmar que no se equivocan aquellos comentaristas que han afirmado, con razón, que el lenguaje musical de Marlos Nobre guarda ciertos puntos de contacto con la música de  Witold Lutoslawski (1913-1994), György Ligeti (1923-2006) y Krzysztof Penderecki (1933).

 

El estreno de Biosfera Op. 35 se llevó a cabo el 27 de enero de 1971 en Lisboa, con la Orquesta de Cámara Gulbenkian dirigida por Carlos Eduardo Prates. En 1974, la obra recibió el Premio del Foro Internacional de Compositores IMC/UNESCO. Por cierto, y en aras de la claridad científica y conceptual, vale recordar que la biosfera es, sencillamente, la capa de la Tierra en la que surge, se desarrolla y prospera la vida. Se definen los límites de la biosfera desde las profundidades marinas abisales en las que se encuentra vida, hasta aproximadamente unos die kilómetros por arriba de la superficie terrestre.

 

MIGUEL BERNAL JIMÉNEZ (1910-1956)

 

Concertino para órgano y orquesta, Retablo medieval

                   Mester de juglares

                   Mester de clerecía

                   Don Carnal y Doña Cuaresma

                   Dueñas e monjas

 

El hecho de que el Concertino para órgano sea la obra más conocida del catálogo de Miguel Bernal Jiménez permite reafirmar el hecho de que es una obra que encaja a la perfección en el pensamiento musical y en la actividad creadora del compositor. En 1928 Bernal marchó a Roma a realizar sus estudios musicales, y además de abordar la composición y el canto gregoriano, tomó clases de órgano, instrumento al que habría de estar ligado durante toda su vida. Su maestro de órgano en la capital italiana fue Rafael Manari, a quien algunos consideran como el revitalizador de la escuela organística italiana. En 1933 Bernal se tituló como maestro concertista en órgano y, con su diploma firmado por el papa, volvió a México, donde el concertismo habría de ser parte importante de su vida profesional. Como organista, Bernal solía ofrecer recitales en los que programaba lo más sólido del repertorio: Bach, Balbastre, Dubois, Karg-Elert, Mendelssohn, Vierne y, como es natural, sus propias obras para órgano. Combinando su conocimiento profundo del instrumento con sus claras inclinaciones religiosas, Bernal compuso diversas obras para órgano relacionadas de uno u otro modo con conceptos religiosos y litúrgicos. En esta región de su catálogo lo más importante sin duda es Catedral, serie de 23 piezas para órgano, comparables en importancia al Concertino.

 

En su interesante libro dedicado a explorar los rostros del nacionalismo musical mexicano, Yolanda Moreno Rivas hace una referencia muy directa a la inclinación arcaizante de Bernal a través de su preferencia por modos de composición ya superados, y a este respecto menciona precisamente el Concertino, refiriéndose a él como una obra brillante y bien delineada. El Concertino está dividido en cuatro movimientos, cuyos títulos apuntan con claridad a esa inclinación arcaizante mencionada por Yolanda Moreno Rivas.

 

Mester de juglares es una pieza brillante, de gran exuberancia sonora y sorprendentes contrastes colorísticos, en cuyo inicio puede detectarse una alusión directa a los modos gregorianos, tal y como lo apunta Julio Estrada en un texto al respecto. En Mester de clerecía, el ámbito sonoro es como el de una plegaria, bien matizada por el hábil empleo de los registros del órgano y una muy interesante combinación del instrumento solista con el arpa hacia el final del movimiento. En Don Carnal y Doña Cuaresma, Bernal retoma la dinámica viva y expansiva, dando a este movimiento claros giros españoles que vienen a ser un apunte más de su cercano compromiso con la música del virreinato mexicano. Para el movimiento que cierra la obra, Dueñas e monjas, el compositor retoma algunas de las figuraciones del órgano expuestas en el primer movimiento, presentándolas en registros diversos y desarrollándolas a través de un largo episodio a manera de cadenza, que precede a un final enérgico y compacto.

 

Así, la audición de este Concertino permite una aproximación integral al pensamiento sonoro de Bernal: el órgano como protagonista, los modos antiguos, las formas clásicas, las referencias arcaicas, el ambiente colonial, la orientación religiosa, el nacionalismo mestizo. Respecto a la designación de los movimientos de la obra, el propio compositor dijo lo siguiente, en ocasión del estreno del Concertino:

 

Los títulos que llevan los tiempos del Concertino quieren ser sólo una guía para ambientar al oyente, dado que la obra tiene que ver más con el pintoresco y vigoroso mundo medieval que con el ampuloso y muelle del ‘800

 

El Concertino para órgano y orquesta de Miguel Bernal Jiménez fue estrenado en un ámbito privado en el Teatro Ocampo de Morelia, el 4 de mayo de 1949, bajo la dirección musical del compositor al frente de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. El estreno público se realizó en el Teatro de Bellas Artes el 6 de octubre de 1950 con Guillermo Pinto como solista y la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Luis Herrera de la Fuente, en un concierto que incluyó además obras de Beethoven, Sauer y Prokofiev. Con la intención de acentuar aún más la intención expresiva original del compositor, la obra se presentó en esa ocasión con el subtítulo de Retablo medieval. La partitura del Concertino lleva esta dedicatoria:

 

Al Arzobispo Luis María Altamirano y Bulnes, en el XXV aniversario de su consagración episcopal.

 

Para los amantes de la trivia musical, va el recordatorio de que el primer movimiento, Mester de juglares, del Concertino de Bernal, se ha hecho famoso durante largos años como la rúbrica institucional de Radio UNAM.

 

HEITOR VILLA-LOBOS (1887-1959)

 

Bachianas brasileiras No. 2

      

Preludio – Canto do Capadocio

Aria – O canto da nossa terra

Danza – Lembrança do sertão

Toccata – O trenzinho do Caipira

 

Antes que nada, se antoja indispensable traducir al castellano y explicar brevemente los títulos originales en portugués de las cuatro partes de las Bachianas brasileiras No. 2 de Heitor Villa-Lobos:

 

1.- El canto del capadocio

2.- El canto de nuestra tierra

3.- Recuerdo del sertón

4.- El trenecito de Caipira

 

Un capadocio es un villano brasileño, en el sentido arcaico del término, es decir, un pueblerino. Un sertón es una zona semi-árida, en general poco poblada y dedicada casi siempre a la cría intensiva de ganado; los sertones son característicos de la zona noreste de Brasil, y son tema fundamental de la literatura del gran escritor brasileño João  Guimaraes Rosa. El trenecito de Caipira es, junto con Pacific 231, del compositor suizo Arthur Honegger (1892-1955), la pieza musical más famosa dedicada a la descripción musical de un ferrocarril.

 

Y ahora no queda más remedio que repetir, una vez más, lo que se ha dicho ya muchas veces respecto a la serie de Bachianas brasileiras de Villa-Lobos: que son obras para diversas combinaciones de voces e instrumentos en las que el compositor intentó sintetizar ciertas conductas de composición al estilo de Johann Sebastian Bach (1685-1750) con elementos típicos de la música popular brasileña. Para tener una idea de la diversidad de medios musicales que Villa-Lobos eligió para sus Bachianas brasileiras, he aquí una mirada panorámica a la serie completa:

 

1.- Ocho violoncellos     1930-32,   1936-38

2.- Orquesta     1930-31

3.- Piano y orquesta     1938

4.- Piano     1930-41   (Versión orquestal, 1941)

5.- Voz y ocho violoncellos     1938-1945

6.- Flauta y fagot 1938

7.- Orquesta      1942

8.- Orquesta     1944

9.- Orquesta de cuerdas o coro a cappella     1945

 

El año de 1930 en que Villa-Lobos inició la composición de la segunda de sus nueve Bachianas brasileiras, fue un año de especial importancia en su carrera, ya que después de una estancia de varios años en París, fue nombrado director de educación musical en Sao Paulo. Dos años más tarde, en 1932, habría de ser nombrado como encargado de la educación musical de todo Brasil. Así, Villa-Lobos iniciaba el cumplimiento de una de sus misiones más importantes, la de convertirse en el más notable educador musical en la historia de su país.

 

El primer movimiento de las Bachianas brasileiras No. 2 es de carácter contemplativo, lento y hasta cierto punto obscuro, y en él hay una parte importante para el saxofón. El segundo movimiento presenta una introducción que parece querer dar paso a una canción, con la diferencia de que el canto está a cargo del violoncello. Más tarde, este movimiento adquiere un perfil de un ritmo más marcado, percusivo, y el saxofón vuelve a hacer una importante aparición. La danza del tercer movimiento es una danza rítmicamente muy libre y variada, en la que el trombón aparece como protagonista. El cuarto movimiento, sin duda el más famoso de la obra, describe el lento arranque del pequeño tren, a base de una sección de percusiones que incluye una matraca que parece ser la cuerda de un trenecito de juguete, y una importante participación de los alientos. Una vez que la música y el tren han tomado velocidad, las cuerdas inician una descripción del viaje. Más tarde, los metales se encargan de hacer sonar el silbato del tren y, en ciertos momentos, aparecen algunos sonidos que están incorporados también a la conocida canción popular estadunidense Chattanooga Choo-Choo, que también describe un tren. Al final, el tren se va deteniendo poco a poco, la música disminuye de intensidad y la pieza termina con un fuerte acorde, como si el trenecito se hubiera detenido súbitamente con cierta violencia.

 

Las Bachianas brasileiras No. 2 fueron escritas por Villa-Lobos a partir de piezas que había compuesto originalmente para violoncello y piano, y para piano solo. La obra fue estrenada el 5 de septiembre de 1938  en Venecia, durante el  Festival Internacional de Música, bajo la dirección del importante compositor italiano Alfredo Casella (1883-1947).

 

JOSÉ PABLO MONCAYO   (1912-1958)

 

Sinfonieta

 

¡Extra! ¡Extra! ¡Entérese sin tener la vista fija! ¡Noticia de no tan última hora! José Pablo Moncayo, compositor jalisciense nacido en Guadalajara y muerto en la Ciudad de México, sí compuso más música que el ubicuo y famosísimo Huapango. Ahora usted podrá decir que lo leyó aquí antes que en ninguna otra parte. Para muestra de que Moncayo no es sólo el Huapango, va una incompleta relación de algunas de sus otras músicas:

 

Amatzinac, para flauta y cuerdas

Hueyapan

Cumbres

Llano alegre

Muros verdes, para piano

– Sinfonía

– Sonatina para violín

– Sonatina para violín y piano

– Romanza para violín, violoncello y piano

– Sonata para violín y violoncello

La mulata de Córdoba, ópera

Tierra de temporal

Homenaje a Cervantes

– Tres piezas para orquesta

 

Después de este breve e incompleto recuento, se impone la pregunta: ¿cómo es posible que cedamos con tanta frecuencia a la tentación de enloquecer con el Huapango y nunca nos preocupemos por el resto de la producción de Moncayo? ¿Será el triste destino de este compositor pasar a la historia como uno de tantos músicos “de una sola obra”?

 

La posibilidad de situarlo en el centro mismo del pensamiento musical nacionalista queda más allá de toda duda. A su propia vocación por lo nacional hay que añadir, de modo importante, su contacto académico con Carlos Chávez (1899-1978) y Candelario Huízar (1883-1970). Más tarde, Moncayo une sus esfuerzos musicales a los de Blas Galindo (1910-1993), Salvador Contreras (1910-1982) y Daniel Ayala (1906-1975) para formar el notorio Grupo de los Cuatro, cuyo guía espiritual fue Carlos Chávez. En el caso de Moncayo, la relación con Chávez fue más allá de lo académico: durante más de una década, a partir de 1932, Moncayo estuvo asociado con el trabajo de la Orquesta Sinfónica de México. Primero, como pianista y percusionista; después como subdirector del conjunto; finalmente, como su director artístico. Fue precisamente para una de las temporadas de la Orquesta Sinfónica de México que Moncayo escribió su Sinfonieta, terminando la partitura el 3 de julio de 1945, con el estreno previsto para el día 13 del mismo mes. Paréntesis retórico: ¿cuántos de los buenos compositores mexicanos de hoy tienen la fortuna de que sus obras sean estrenadas diez días después de terminadas? A veces pasan diez años…

 

Para volver a Moncayo después de esta digresión, se impone un rápido vistazo a los programas de la Orquesta Sinfónica de México a mediados de la década de los 1940s. Ahí es posible encontrar el programa de mano correspondiente al programa número 9 de la temporada número 18 de la orquesta. La fecha, 13 de julio de 1945. El lugar, el Teatro de Bellas Artes, donde la orquesta estrena la Sinfonieta bajo la dirección del compositor. El resto del programa, típico de aquellos tiempos: la Sarabanda de La hija de Cólquide de Carlos Chávez; Pedro y el lobo de Sergei Prokofiev (1891-1953); las Cinco piezas Op. 10 de Arnold Schoenberg (1874-1951); y El pájaro de fuego de Igor Stravinski (1882-1971). Y si de hacer un poco de historia se trata, bien vale la pena recordar aquí que por aquella época la Sinfónica de México estaba llena de personajes importantes de nuestra música. El titular era Chávez; el subdirector era Moncayo; el director ayudante, Blas Galindo. Y al interior de la orquesta era posible hallar a Armando Lavalle (1924-1994) en la sección de violas y a Candelario Huízar como bibliotecario.

 

El caso es que esa noche de julio de 1945 se estrenó la Sinfonieta de Moncayo, obra que no dejó de causar cierta sorpresa entre el público y entre algunos músicos. Cuatro años antes se había estrenado el Huapango con un éxito rotundo e imperecedero, por lo que el público esperaba de la Sinfonieta otra colección de tonadas fáciles y pegajosas. En cambio, Moncayo propuso en esta obra un discurso musical menos folklórico y más universal. Mexicano, sí, pero no necesariamente mexicanista. Uno de los elementos sorpresivos de la Sinfonieta está en el principio mismo de la obra, y fue bien señalado por Francisco Agea en sus notas al programa del estreno: un inicio sincopado que recuerda la música popular de los Estados Unidos. ¡Nada más eso faltaba, que este ilustre huapanguero se convirtiera en un adorador del ragtime! El público, sin embargo, no se molestó en absoluto; se concretó a sorprenderse y luego a aplaudir con respeto la pieza de Moncayo, quizá con cierta decepción al no hallar en esta obra un ámbito sonoro similar al del Huapango. Como su nombre lo indica, una Sinfonieta es una sinfonía chica, no muy grande, planeada según los parámetros del quehacer sinfónico (léase forma sonata) pero en una dimensión menor. La de Moncayo, por ejemplo, se desarrolla en tres movimientos ininterrumpidos (allegro-lento-allegro), donde el tercero es una reexposición del primero. Y como no faltará algún despistado que insista en que una Sinfonieta es un concepto musical de origen italiano, vale la pena aclarar esto: lo único que de italiano tiene la Sinfonieta como forma musical es el nombre. Es bien sabido que a pesar de muchas otras riquezas musicales indiscutibles, en Italia nunca se dio el sinfonismo con la generosidad que surgió en otras latitudes. Así, parece que el primero en utilizar el término Sinfonieta para una obra musical fue Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908), en 1880. Después de él, muchos otros compositores se han amparado bajo la forma de la Sinfonieta: Max Reger (1873-1916), Sergei Prokofiev, Leoš Janáček (1854-1928), Benjamin Britten (1913-1976), Walter Piston (1894-1976), Francis Poulenc (1899-1963), Paul Hindemith (1895-1963), Ernst Krenek (1900-1991), Lennox Berkeley (1903-1989), Darius Milhaud (1892-1974), Bohuslav Martinu (1890-1959), etc.

 

Así pues, con la audición de esta Sinfonieta mexicana, hoy quedará usted plenamente convencido de que Moncayo sí compuso algunas otras músicas que bien vale la pena escuchar, además del sabroso Huapango, y de que no toda su música se presta tan idealmente a la emoción patriótica y el aplauso fácil.

 

Nota lingüística: a la italiana, se escribe Sinfonietta; a la española, Sinfonieta. Ambas versiones son válidas, dependiendo del gusto de cada compositor.