Programa VI – No hay quinta mala

Programa VI

 

Marcha de la ópera El amor por tres naranjas

Sergei Prokofiev

 

Sinfonía No. 5 en la mayor, Hob. I:5

Franz Joseph Haydn

 

Adagio ma non troppo

Allegro

Menuet

Presto

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, K. 22

Wolfgang Amadeus Mozart

 

Allegro

Andante

Allegro molto

 

 

INTERMEDIO

 

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, Op. 100

Sergei Prokofiev

 

Andante

Allegro marcato

Adagio

Allegro giocoso

 

 

EDUARDO DIAZMUÑOZ,

DIRECTOR GENERAL Y ARTÍSTICO

 

Es reconocido como uno de los músicos más versátiles y completos de su generación, además de ser considerado como un “músico completo” que conjuga el entrenamiento de la “vieja escuela” de dirección orquestal, con amor, pasión, compromiso y proclividad a innovar, aunados a una infatigable curiosidad musical que le ha llevado a estrenar más de 150 obras.

 

Algunas de sus composiciones han sido estrenadas y grabadas en México, Europa y Estados Unidos. También ha compuesto para cine, teatro y televisión. Ha dirigido a más de 110 orquestas, ha grabado más de 35 discos para 24 sellos, fundamentalmente promoviendo música mexicana. Tiene en su haber asimismo, dos discos de oro y uno de platino por sus ventas discográficas con El Tri Sinfónico.

 

En México son de buen recuerdo sus residencias con la Filarmónica de la Ciudad de México (de la que es miembro fundador), la OFUNAM, la OSEM, la Sinfónica Carlos Chávez, la Orquesta de Baja California, L’Academie Tecquepegneuse, que co-fundó en 1978 y la Filarmónica Metropolitana que fundó en 1998, éstas dos para proyectos especiales.

 

Ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Juventud 1975; los cuatro reconocimientos otorgados por la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música de México, (1978, 1987, 1997 y 2002); nominado al Grammy Latino en tres ocasiones, obtuvo la anhelada presea en su tercera nominación; el Premio al Músico Internacional del Año 2003 por su promoción a la música nueva, otorgado por el International Biographical Centre con sede en Cambridge, Inglaterra; recibió la Medalla Mozart 2019 de la Fundación Sebastian y la Embajada de Austria en México.

 

En 2015 celebró 40 años como director de orquesta actuando al frente de la Filarmónica de Boca del Río. Dirigió la celebración por los 100 años del Conservatorio de Sidney, con la impactante obra de su mentor, Leonard Bernstein, Mass (Misa) en la legendaria casa de ópera de Sidney al frente de más de 400 músicos, cantantes y bailarines. Asimismo, en junio de ese mismo año dirigió al frente de OFUNAM, el estreno mundial de su más reciente composición sinfónica (Los inesperados caminos del espíritu), la cual estrenó localmente al año siguiente con la Orquesta Sinfónica de Xalapa.

 

Su compromiso con la educación musical ha quedado de manifiesto en varios países: en el Conservatorio Nacional, en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el Programa Nacional de Orquestas y Coros Juveniles y en la Academia Musical Fermatta en México.

 

En Francia, en la Société Philarmonique de París. En Estados Unidos, en la Escuela de Artes del Nuevo Mundo en Miami y en la Universidad de Illinois, en donde destacó como Director Artístico y Musical tanto de Opera at Illinois con tres producciones anuales durante una década, habiendo producido en ese lapso 38 óperas, como también la re-estructuración del Ensamble de Música Nueva, logrando consolidarlo como el de mayor calidad dentro de la Universidad y de la escena musical contemporánea en el estado.

 

De agosto del 2013 a noviembre del 2018, fue presidente del área de Dirección, profesor de los programas de maestría y doctorado en Dirección Orquestal, así como director artístico-musical y director titular de la Orquesta Sinfónica del Conservatorium de Sidney, Australia, posiciones que ganó por oposición internacional. Su regreso a México se da a partir de enero de 2019 como director artístico de la OSUANL, en Monterrey.

 

Estudió piano, violoncello, percusión y dirección en el Conservatorio Nacional pero antes de ingresar a éste, se dedicó al aprendizaje autodidacta de varios instrumentos. Cinco años después de haberse graduado, en 1983, decidió dedicar su energía y tiempo para dirigir y componer. Actualmente, trabaja en el proyecto que dejó inconcluso el compositor mexicano Daniel Catán, con su inesperado y prematuro fallecimiento en 2011.

 

Por todo lo anterior, el maestro Diazmuñoz es sinónimo de calidad, de precisión, de certeza, de innovación, de compromiso, de pasión y de audacia, cualidades que refrenda en cada una de sus presentaciones desde hace más de cuatro décadas.

 

 

NOTAS AL PROGRAMA

Por: Juan Arturo Brennan

 

 

SERGEI PROKOFIEV (1891-1953)

 

Marcha de la ópera El amor por tres naranjas

 

Si alguna vez se acerca usted a uno de nuestros tristemente célebres mercados sobre ruedas (también conocidos como mercados sobre mugre) y pregunta el precio de esas minúsculas, desabridas y casi siempre putrefactas frutas que los marchantes tratan de hacer pasar por naranjas, la respuesta podría hacerle pensar que Prokofiev tuvo agudas premoniciones sobre el estado actual de nuestra agricultura y nuestra economía. Sin embargo, es mera coincidencia, ya que las naranjas no se llegan a cotizar tan caras. El origen de la ópera El amor por tres naranjas es otro…

 

Entre los años de 1761 y 1765 el dramaturgo italiano Carlo Gozzi produjo diez grotescas obras escénicas llamadas genéricamente fiabe en italiano, y que eran dramatizaciones de leyendas populares y orientales. Con estas obras, Gozzi intentó revitalizar esa interesante pero por entonces moribunda forma dramática conocida como commedia dell’arte, que fue sin duda una de las manifestaciones teatrales más atractivas de su época. Para comprender un poco la peculiar intensidad de estas fiabe no está de más señalar que Carlo Gozzi era un personaje bastante fanático, con manía persecutoria, y que pasó toda su vida defendiendo al arte italiano en contra de influencias extranjeras, reales o imaginadas por él. Entre estas obras escritas por Gozzi, dos son de interés particular en la historia de la música. Una de ellas, Turandot, que fue la base de la ópera homónima de Giacomo Puccini (1858-1924); y la otra, titulada Fiaba dell’amore delle tre melarancie, que dio título y argumento a la ópera El amor por tres naranjas de Prokofiev.

 

El argumento de la obra es extenso y complicado, y a su respecto puede decirse que incluye fantasía, comedia, alegoría, teatro del absurdo, y la curiosa y visionaria inclusión del público en la acción de los personajes. Entre éstos, por cierto, hay muchos que son personajes clásicos de la commedia dell’arte: Trufaldino, Pantalone, Fata Morgana, etc. Resulta que al interior de la ópera se está escenificando otra ópera, cuya trama se centra en el hecho de que hay un joven príncipe cuya melancolía sólo puede ser curada por la risa. Cada intento que se hace por curar al príncipe es saboteado por la bruja Fata Morgana, hasta que ella misma sufre un contratiempo que hace reír al príncipe. Trufaldino y Fata Morgana se enfrascan en una pelea y ella, enfurecida, lanza una terrible maldición: el príncipe  se ha de enamorar perdidamente de tres naranjas, y las buscará por doquier lleno de lujuria y pasión por ellas. Entre las cosas menos fantásticas que suceden de ahí en adelante, ocurre que el príncipe, efectivamente, encuentra a las tres naranjas en una cocina y se las lleva al desierto. De cada una de las naranjas surge una princesa. Dos de las princesas mueren de sed. La tercera princesa es revivida a cubetazos de agua por el público de la ópera. Finalmente, la bruja es derrotada, y el príncipe y la princesa se unen en medio del regocijo general.

 

El amor por tres naranjas no fue muy bien recibida en su estreno, y de hecho nunca ha gozado de gran fama o popularidad. Ante las reacciones negativas de la crítica y el público (y de Igor Stravinski, quien manifestó claramente su disgusto por la ópera de su colega), Prokofiev escribió esto en su autobiografía:

 

Algunos críticos han tratado de adivinar de quién me estaba burlando yo: del público, de Gozzi, del género operístico o de aquellos que no saben reír.

 

Quizá como una reacción lógica a la fría recepción que tuvo El amor por tres naranjas, el compositor realizó poco después una suite de concierto a partir de la música de la ópera. La suite consta de seis partes: Los ridículos, El mago Tchelio y Fata Morgana juegan cartas, Marcha, Scherzo, El príncipe y la princesa, Huida.

 

Esta enredosa y divertida ópera está concebida en un prólogo y cuatro actos divididos en diez escenas; el libreto fue realizado por el compositor sobre el original de Gozzi. El amor por tres naranjas se estrenó el 30 de diciembre de 1921 en Chicago con el mismo Prokofiev como director concertador. La famosa marcha de esta ópera es la introducción musical a una fiesta particularmente delirante, y es el trozo sinfónico más popular de esta ópera de Prokofiev. Por su propia seguridad, se suplica al público no introducir naranjas a la sala de conciertos. Gracias.

 

 

FRANZ JOSEPH HAYDN (1732-1809)

 

Sinfonía No. 5 en la mayor, Hob. I:5

               Adagio ma non troppo

               Allegro

               Menuet

               Presto

 

Hacia el año de 1759, Haydn abandonó el empleo de un noble caballero de apellido Fürnberg para buscar nuevos horizontes personales y profesionales. Entonces, el músico nativo de Rohrau fue contratado como director musical de la corte del conde Fernando Maximiliano Morzin. Este noble personaje, uno de los patrones ilustrados a los que Haydn habría de servir durante su vida, tenía una residencia veraniega, un verdadero palacio, en la localidad de Lukavec en Bohemia. Como otros nobles de su tiempo, el conde Morzin tenía a su servicio una orquesta de pequeñas dimensiones y de calidad respetable; fue para este ensamble que Haydn escribió algunas de sus primeras obras importantes, incluyendo sus sinfonías más tempranas.

 

El contrato de Haydn con el conde Morzin era, para la época y las circunstancias, más que aceptable, ya que incluía alojamiento, comida (con la servidumbre, claro) y un sueldo anual de doscientos florines. Como tantos otros directores de música de las cortes europeas, Haydn tenía como deber principal el de escribir música para toda clase de ocasiones, desde pequeños divertimentos para acompañar comidas y banquetes, hasta piezas más ambiciosas destinadas a celebraciones cortesanas de mayor trascendencia. Lo mejor que Haydn obtuvo en este período fue la oportunidad de tener la orquesta de Morzin a su servicio; con este conjunto el compositor realizó algunos de sus primeros experimentos sonoros importantes. Por más que Haydn hubiera querido prolongar su relativamente placentera estancia en Lukavec, sólo estuvo un par de años al servicio del conde Morzin. Resulta que el noble personaje pasó por un período de graves dificultades financieras, y con el objeto de economizar y equilibrar sus gastos, desbandó a la orquesta y despidió a los músicos. (¿Por qué será que en tiempos de austeridad los músicos siempre están entre los primeros en volverse prescindibles? ¿Por qué no economizar en tiempos de crisis despidiendo a algunos burócratas y funcionarios?)  El caso es que mientras los músicos de la orquesta de Morzin pasaron a engrosar las filas del desempleo, Haydn tuvo la suerte de encontrar pronto un trabajo, incluso mejor que el que recién había perdido. Ocurrió que entre los visitantes asiduos al castillo de Lukavec se hallaba otro encumbrado personaje, el príncipe Paul Anton Esterházy, quien impresionado por las dotes musicales de Haydn lo invitó a ser maestro de capilla asistente en el establecimiento musical de su corte. Así pues, en el curso de unos cuantos meses Haydn tomó dos decisiones muy importantes, una buena y otra mala. La buena fue aceptar, a partir de mayo de 1761, la oferta del príncipe Esterházy, iniciando así el período más importante y productivo de su larga carrera. La mala fue casarse con María Anna Keller, hija de un fabricante de pelucas, con la que compartió un largo y desdichado matrimonio que fue empeorando al paso del tiempo. El caso es que al momento de abandonar Lukavec para instalarse en Esterháza, Haydn había iniciado ya con seriedad su catálogo sinfónico; entre las partituras creadas durante su estancia en la corte del conde Morzin se encuentra su Quinta sinfonía.

 

Fue precisamente en esta etapa de transición, el paso de la década de los 1750s a la de los 1760s, y el traslado de Lukavec a Esterháza, que Haydn comenzó a solidificar su estilo y a profundizar en su propio lenguaje musical. Para entonces, a través de sus sonatas para teclado, sus cuartetos de cuerda y sus sinfonías tempranas, Haydn estaba ya en camino de poner los pilares definitivos de la forma sonata como patrón estructural primordial en el pensamiento musical clásico. Los principios de esta forma, heredados de Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) y sus contemporáneos, fueron desarrollados por Haydn hasta el punto de convertir al notorio allegro de sonata o primer movimiento de sonata en una forma altamente desarrollada, llena de sutilezas y con un contenido dramático nunca antes imaginado. Así, aun en obras muy tempranas como sus primeras sinfonías, Haydn puso las bases de lo que hasta hoy se conoce como el estilo clásico. La importancia de Haydn en este sentido general, y en el ámbito particular de la sinfonía, es claramente expresada en este párrafo escrito por Harold Truscott como conclusión de un estupendo ensayo sobre las sinfonías del compositor austríaco:

 

 

Ningún sinfonista posterior ha sobrepasado a Haydn; ninguno puede hacer más que igualarlo. Aun Beethoven, en cierto sentido, apenas lo superó. Un solo elemento lo distinguiría entre los demás: la variedad y el rango de su pensamiento al interior de esta numerosa producción sinfónica. Cada sinfonía es un mundo en sí mismo, aun las más tempranas y pequeñas. No hay repetición. En este sentido, un sentido profundo, Haydn es en realidad el Padre de la Sinfonía; él fue el primero en percibir y expresar las alturas y profundidades que esta clase de música podía alcanzar.

 

 

En el entendido de que es muy factible estar de acuerdo con estas afirmaciones de Truscott, no estaría de más repetir la tradicional pregunta: ¿por qué se interpretan con tan escasa frecuencia las sinfonías que compuso el Padre de la Sinfonía? Haydn escribió su Sinfonía No. 5 para dos oboes, dos cornos y cuerdas, dotación muy usual en la época, y en muchas de sus sinfonías tempranas.

 

 

WOLFGANG AMADEUS MOZART  (1756-1791)

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, K. 22

              Allegro

              Andante

              Allegro molto

 

Aunque los datos relativos al año de 1765 en la biografía de Mozart no son tan abundantes como los que existen sobre otros períodos de su vida, sí es posible detectar en el catálogo de Köchel las obras compuestas, iniciadas o terminadas en ese año. Así, es posible hallar el famoso London sketchbook (‘Libro de bosquejos de Londres’) que contiene 43 piezas escritas por Mozart en dos pentagramas, 28 de las cuales han sido arregladas y orquestadas por Erik Smith. También de 1765 datan las sinfonías mozartianas que hoy llevan los números 1 y 4 de su catálogo, así como una sonata para dueto de piano, un motete para coro, un aria para tenor y orquesta sobre un texto de Pietro Metastasio, obras escritas en la capital inglesa. Además, Mozart produjo en ese año otras dos obras, compuestas en la ciudad holandesa de La Haya: un aria para soprano y cuerdas, de nuevo sobre Metastasio, y una sinfonía más, la que hoy es conocida como la número cinco de su catálogo. Así pues, esta breve revisión de la producción mozartiana de ese año de 1765 permite ver que, sin llegar a grandes extremos de productividad, el compositor se mantuvo bastante activo durante los meses que pasó en Londres y La Haya; no está mal para un jovencito de apenas nueve años de edad.

 

En la cronología compilada por Wolfgang Hildesheimer en su muy interesante libro sobre Mozart se encuentra el dato de que la familia Mozart se hallaba en Londres desde abril de 1764, y que habría de permanecer en esa ciudad por espacio de quince meses. Durante ese período, mientras Leopold Mozart se afanaba en hacer crecer la fama y la fortuna de la familia exhibiendo el talento de sus hijos, Wolfgang Amadeus se dedicaba a componer; algunas de las piezas para piano a cuatro manos escritas en esas fechas fueron ejecutadas en público por Mozart y su hermana Nannerl, para deleite y regocijo de la sociedad londinense. Hacia el fin del mes de julio de 1765, la familia Mozart decidió abandonar Londres y, tal como lo narra Hildesheimer, viajó a través de Canterbury a Dover, cruzó el Canal de La Mancha, llegó a Calais, fue a Dunquerque y se instaló en Lille, donde Wolfgang y su padre enfermaron. Un mes después dejaron Lille para reiniciar su larga jornada; el itinerario incluyó Gante, Anvers, Moerdijk y Rotterdam, para finalizar, temporalmente, en La Haya. Fue durante los seis meses y medio que la familia permaneció en esta ciudad holandesa que Mozart compuso las obras citadas arriba.

 

Por medio de algunas fuentes que incluyen un lúcido ensayo de Neal Zaslaw sobre las sinfonías tempranas de Mozart, es posible trazar una visión más o menos completa de la Quinta sinfonía de Mozart y de las circunstancias de su creación. La obra ha sobrevivido en un manuscrito del puño y letra de Leopold Mozart, fechado en La Haya en diciembre de 1765. Algunos musicólogos han afirmado que esta obra fue escrita por Mozart con motivo de la instalación de Guillermo V de Orange como regente de los Países Bajos. (Por cierto, este príncipe era originario, precisamente, de La Haya). Otras fuentes, refutando esta versión, indican que es más probable que la Quinta sinfonía haya sido compuesta por Mozart para un concierto público en La Haya, Este concierto, organizado como consecuencia del éxito obtenido por los Mozart en su presentación del 30 de septiembre de 1765, se realizó el 22 de enero de 1766, fecha plenamente congruente con la del manuscrito de la Sinfonía K. 22.

 

En el compacto análisis estilístico de Zaslaw sobre esta obra, el autor indica que en el tercer movimiento de la sinfonía hay ciertos gestos musicales que apuntan hacia una de las grandes obras de la madurez de Mozart: Las bodas de Fígaro, ópera compuesta en 1786, es decir, 20 años después de la sinfonía. En particular, Zaslaw destaca el hecho de que un pasaje de la sinfonía es muy parecido al cuarteto Signore, di fuori de Las bodas de Fígaro. En el aspecto formal, conviene destacar el hecho de que en esta sinfonía temprana Mozart utilizó el esquema de tres movimientos que pronto habría de abandonar para concentrarse en el modelo clásico de la sinfonía en cuatro movimientos. Sería lógico pensar que una sinfonía escrita por un niño de nueve años no tendría mayor trascendencia, pero Zaslaw hace una interesante acotación que contradice esta teoría. En el mismo texto, el musicólogo comenta que un músico llamado Georg Anton Keusser seguramente oyó la Quinta sinfonía de Mozart en La Haya, y probablemente tocó en la orquesta que estrenó la obra. Al parecer, Keusser quedó tan impresionado con esta sinfonía del joven Mozart que años después citó claramente el inicio del primer movimiento de la obra en una sinfonía suya, publicada en Amsterdam en 1770. Par esas fechas Mozart ya había compuesto once de sus sinfonías y había madurado vertiginosamente. Al respecto, cabe citar a Hildesheimer, quien acota lo siguiente en su biografía de Mozart:

 

 

Ya en las primerísimas obras de Mozart, como el andante de la Sinfonía K. 22 compuesta en diciembre de 1765 en La Haya, se encuentran pasajes que tienen sobre nosotros el efecto de introducirnos secretamente en las grandes revelaciones musicales de los últimos años.

 

 

¿Habrá tenido Mozart, acaso, la más mínima premonición de lo que sus obras de infancia habrían de provocar a tantos años de distancia?

 

 

SERGEI PROKOFIEV  (1891-1953)

 

Sinfonía No. 5 en si bemol mayor, Op. 100

             Andante

             Allegro marcato

             Adagio

             Allegro giocoso

 

En el año de 1945, Sergei Prokofiev declaró lo siguiente:

 

Considero mi Quinta sinfonía como la culminación de un largo período de mi vida creativa. La concebí como una sinfonía sobre la grandeza del espíritu humano. Además, esta obra es de particular importancia para mí, porque marcó mi regreso a la forma sinfónica después de un largo intervalo.

 

En efecto, el cuadro cronológico de las sinfonías de Prokofiev nos muestra una larga pausa después de la Cuarta sinfonía:

 

– Sinfonía No. 1     1916-1917

– Sinfonía No. 2     1924

– Sinfonía No. 3     1928

– Sinfonía No. 4     1929-1930

– Sinfonía No. 5     1944

– Sinfonía No. 6     1947

– Sinfonía No. 7     1951-1952

 

El hecho de que hayan pasado casi quince años entre la Cuarta sinfonía y la Quinta no implica que hayan sido años improductivos para el compositor. Por el contrario, en ese período surgieron algunas obras de importancia que, ciertamente, habría de influir en la escritura de la Quinta sinfonía, considerada por muchos críticos como la mejor de las obras sinfónicas de Prokofiev. Entre las obras compuestas por Prokofiev en ese largo intervalo pueden mencionarse su partitura para el filme El teniente Kijé, Pedro y el lobo, los conciertos para piano números 4 y 5, el Concierto para violoncello, el ballet Romeo y Julieta y la ópera La guerra y la paz. Especial mención merece en este período la cantata Alexander Nevski, construida por el compositor a partir de la música escrita para el filme homónimo de Sergei Eisenstein, y que es sin duda una de sus mejores partituras. Así, la Quinta sinfonía representó para Prokofiev no sólo la vuelta a la forma sinfónica sino también, de alguna manera, la vuelta a su patria.

 

En 1918, con permiso de las autoridades, Prokofiev dejó Rusia y en 1920 se estableció en Francia para una larga temporada. En 1927 regresó a Rusia brevemente en una gira de conciertos y fue bien recibido. De regreso en París, continuó su asociación cercana con el empresario Serge Diaghilev, para quien compuso algunas partituras importantes de música para la escena. En 1936 el compositor regresó definitivamente a su tierra natal y tuvo que pasar por un breve período de adaptación debido a las enormes diferencias que había entre el mundo musical soviético y el ambiente de Europa Occidental. Entre su partida y su regreso, la Rusia de Prokofiev se había convertido en la Unión  Soviética y, como tantos otros compositores, tuvo que pagar tributo a la historia y a los héroes. Con Alexander Nevski, Prokofiev estaba seguro de haber cumplido con el estado soviético, de modo que pudo enfocar sus energías a la composición de música pura. Así, la Quinta fue la primera de sus sinfonías escritas como ciudadano soviético. Prokofiev compuso la obra en el verano de 1944, durante un período en que Moscú había sido evacuada a causa de la guerra. Buena parte de la sinfonía fue escrita en Ivanovno, y la obra fue estrenada unos meses después de ser terminada, en Moscú. Dicen las crónicas que poco antes del inicio del concierto en el que se estrenó la obra, se recibieron noticias de la gran victoria del ejército soviético en el río Vístula. Sobre este asunto, Israel Nestyev, biógrafo de Prokofiev, escribió lo siguiente:

 

 

Los primeros compases de la sinfonía se escucharon contra el tonante fondo de una salva de artillería. La emotiva música de Prokofiev iba plenamente con el ánimo del público. Los críticos señalaron esto en sus laudatorias reseñas sobre la nueva obra. Dmitri Kabalevski, elogiando la sinfonía como la expresión del valor del hombre, su energía y su grandeza de espíritu, también hizo notar su profundo carácter nacional.

 

 

Si bien es probable que Prokofiev haya querido infundir en su Quinta sinfonía algo de orgullo nacional, sería difícil hablar de esta obra como una sinfonía nacionalista. A pesar de que Prokofiev no dudaba en emplear temas rusos en algunas de sus composiciones, su pensamiento musical no era estrictamente nacionalista, y su estilo y su lenguaje musical estaban muy lejanos de las enseñanzas y la herencia del Grupo de Los Cinco, mensajeros supremos del nacionalismo musical en Rusia. Sin embargo, escrita y estrenada bajo el estruendo de la guerra, la Quinta sinfonía de Prokofiev dejó, desde el día de su estreno, un sabor nacional que conserva hasta nuestros días. Para esta sinfonía el compositor utilizó una gran orquesta con piano, arpa, una nutrida sección de percusiones, maderas a tres con un clarinete extra, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones, tuba y cuerdas. La Quinta sinfonía de Sergei Prokofiev fue estrenada en Moscú el 13 de enero de 1945 bajo la batuta del compositor, en la que habría de ser su última aparición como director de orquesta.